03 agosto, 2012
Mirones
Ya es la hora. Dejo a un lado el trabajo, apago la luz del despacho, me acerco a la ventana y espío su aparición, amparado por las cortinas y la oscuridad, como sé que hacéis los demás, suspirando por ocupar mi sitio. La de mi despacho está justo enfrente del ventanal de su dormitorio, y el patio de luces de la comunidad no es muy grande, así que puedo ver perfectamente su interior iluminado; vosotros, en cambio, desde las ventanas de vuestros pisos tenéis que torcer el cuello y girar la cabeza buscando el mejor ángulo, hacer malabarismos con los espejos o conformaros con mirar desde el ventanuco del rellano de la escalera mientras disimuláis fumando un cigarro, pero claro, no es lo mismo. Y mañana, cuando nos crucemos en el portal o hablemos del tiempo en el ascensor, volveré a notar vuestra sonrisa que pretenderá ser cómplice, aunque lo que de verdad os carcoma sea la envidia por no poder disfrutar... ¡Eh! ¡Que ya sale del cuarto de baño envuelta en esa toalla minúscula azul! ¡Espectacular, como siempre! ¿La veis acercarse a la ventana y abrirla de
par en par? Es que le gusta sentirse observada, lo puedo adivinar por sus movimientos, y ser deseada por nuestros ojos invisibles ocultos tras los cristales, ávidos, que no pierden detalle de su actuación. Mientras empieza a extenderse una de sus cremas sobre brazos y piernas y el aroma de aloe vera y almendra inunda el creciente silencio del patio de luces, trato de imaginar qué tiene preparado para hoy. A ella le gusta lo más clásico del repertorio, y si recordáis ya nos ha deleitado varias veces con sus modelitos de "cheerleader", enfermera, colegiala, vampiresa, pirata, esclava romana..., pero a mí nunca deja de sorprenderme. Por eso este es mi momento preferido, cuando aún no sé lo que me espera. Ahora, después de hidratarse, acariciando todo su cuerpo, sin complejos, sin dejar nada a la imaginación, se viste utilizando ropa interior negra, y a juego, medias de rejilla, botines y una minifalda de cuero cortísima que nunca le he visto. Hasta aquí me llegan vuestras ahogadas exclamaciones de admiración junto con el olor a cuero recién estrenado. Al disfraz no le falta ningún detalle. Después de atarse los cordones del corpiño se coloca un antifaz que realza sus ojos, y colgando de su muñeca derecha hace balancear indolente una pequeña fusta que exhibe orgullosa frente a nosotros, hasta que por fin, de golpe, baja la persiana, rompiendo el hechizo que ha creado en un momento... Vecinos, la función ha terminado por hoy, podéis retiraros a soñar. Yo también salgo del despacho y voy al dormitorio donde me espera mi mujer. Ahora ya sé el papel que tengo que interpretar. Abro la puerta, sumiso, preparado para recibir el castigo que merezco.
Algún día dejaremos la persiana levantada para que veáis el espectáculo completo. Sé que lo estáis deseando.
Texto: Rafa Heredero García
Narración: La Voz Silenciosa
Más Historias de portería aquí.
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Si ya es muy bueno este relato leído...¿como sera con un buen audio?...¡espectacular, como siempre!
ResponderEliminarEl voyeurismo consustancial a cualquier comunidad.
ResponderEliminarMar: a ver si hay suerte y Susana o La Voz Silenciosa se ponen a ello.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario.
Un gran y espectacular abrazo.
Ana J. ...el voyeurismo en cualquier comunidad..., y no digamos en verano, con las ventanas abiertas, la pereza de cerrar las cortinas, y uno ahí, con los prismáticos estudiando el vuelo de los pájaros, o con el telescopio observando una conjunción propicia de las estrellas... y claro, una cosa lleva a la otra, y ya sabes, ¡qué vas a hacer!, lo normal en estos casos.
ResponderEliminarUn saludo.
Y es que, en el fondo, la literatura es un acto de voyeurismo, aunque no siempre sea una cuestión erótica; por ello quizá cuando la literatura prueba con un relato de vouyerismo erótico alcanza dimensiones especiales.
ResponderEliminarHola, Amando. Es lo que trato de hacer con mis prismáticos, pero se ve que mis vecinos no lo entienden así, y quizá por eso me miran de manera tan rara.
ResponderEliminarSaludos.
Otra buena historia que tiene algo que ver con las historias de portería (acabo de comentar en la entrada más reciente). Historia de vecinos, de la vecina de enfrente. Enhorabuena Rafa, y suerte con tu portera y tus vecinos.
ResponderEliminarGracias por pasarte por aquí para comentar estas Historias de portería, Catherine. Agradezco mucho tus palabras.
ResponderEliminarSaludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy amable tu mirada sobre el relato, Ximens. Suerte con tu próxima Junta.
ResponderEliminarUn saludo.
Este es para tu relato, aunque veo que lo habías captado:
ResponderEliminarJeje, relato de dos lecturas obligadas, la primera acompañando al mirón, compartiendo su excitación y la envidia de los vecinos. Se lee muy bien, sin sobresaltos. El final tiene un giro muy simpático, que transforma al narrador a otra "perversión". Muy simpático
Como sugería Mar en el primer comentario, el audio ha sido espectacular. Me ha encantado, "Voz silenciosa". Muchísimas gracias por regalarnos esta maravillosa lectura.
ResponderEliminarSaludos.
A vosotros siempre. Un abrazo silencioso.
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