Cuando los gemelos del primero-derecha empezaron a saltar como gatos siameses sobre su sofá de piel, tampoco se crispó. ¡Julián tenía los nervios de acero! Nada le sacaba de sus casillas, ni los continuos cabeceos de la inflorescencia sexagenaria quejándose de lo poco que había en la nevera para preparar una cena digna.
Fernando, el representante de ruedas y baterías para coches, se sentó en el sillón, frente a los gemelos. Ese sillón que a Julián no terminaba de recordarle a don Paco, el maestro jubilado: su antiguo vecino de en frente. Fernando vivía en el piso de arriba, y hoy, como aquella noche de la explosión, había hablado por teléfono en el baño, donde casi siempre cerraba sus pedidos. Ahora tendría unos cuarenta y dos años: soltero, flaco y pelirrojo. Se parecía tétricamente a la ducha de mano que acababa de instalar Julián en casa.
Ya tenía los dos cojines gemelos, la flor mustia y la ducha nueva. Había tardado en encontrar a la portera. Pero ahora que la veía colgada en el salón, junto al televisor, estaba seguro de su gran parecido.
Julián dejó de parpadear frente a la reproducción de Munch… y llegó Cata: oprimiéndose la cabeza como si quisiera desenroscársela. La señora Catalina, con su cara deformada de portera gruñona, bajó del cuadro expresionista y miró desencajada a Julián, que estaba repanchigado en el sofá entre los gemelos: sus dos cojines siameses. En vida, la portera parecía menos humana que ahora. Julián recordaba cómo los viernes, en el patio, Catalina sembraba veneno
contra las ratas. Así, todos los fines de semana, bajo los tendederos, germinaba un peculiar cementerio de gatos, palomas y algún perro sin collar. Ahora se le acercaba bamboleándose, como una hoja de papel combada. Julián no sintió ningún espeluzno, solo la saludó y se levantó para indicarle el cuarto de baño y la cocina, antes de que la portera expresionista, con aquel grito dibujado en su rostro, pudiera decir “esta boca es mía”.
Hacía tres meses y nueve días que Julián vivía en otro barrio, con otros vecinos. Los espiaba desde las pantallas de seguridad, bajo su uniforme de guardia jurado. Apenas salía a la calle. No lo necesitaba: tenía internet. Buscó “lámparas de pie”. Había guardado como “azafata del segundo-derecha” tres modelos que parecían llevar un gorrito en lugar de pantalla.
Volvía a recuperar a sus malogrados vecinos. Una forma de distraer la mente hasta el siguiente atentado. Mañana mismo compraría esa lámpara tan parecida a su vecina del segundo.
Cuando se lo ordenaran, frío, con sus nervios de acero, utilizaría este edificio o buscaría un autobús o un tren en hora punta… ¡Todo por la causa!
Texto: Amparo Martínez Alonso
Más Historias de portería aquí
Yo a veces estornudo estorninos, pero no se lo digo al médico, ni al veterinario.
ResponderEliminarGran micro de Amparo Martínez Alonso que -con un lenguaje trabajado, preciso- consigue el tono ajustado al efecto que busca el texto, ahondando en un esquema de acción fantástico.
ResponderEliminarMis aplausos a la autora.
Eres muy buena eh...
ResponderEliminarTe felicito.
Me ha gustado una barbaridad.
Besos.
Amparo tus "nervios de acero" sin duda lo son. Me sumo al comentario de Pedro: el esquema de la acción tiene mucha fuerza.
ResponderEliminarTendrás tu reconocimiento.
Un abrazo.
Pues a mí no me dice nada.
ResponderEliminarLa primera lectura no me dice nada, o lo que es lo mismo: no me he enterado. Problema mío, seguro. Veamos en un segundo intento. La primera mitad, en su segunda lectura creo que la entiendo: es lo que ve desde las cámaras de seguridad; pero la segunda mitad me supera. Bueno, otra vez será, Amparo.
ResponderEliminarPetra, ¡Que loco y descabellado relato, me gustan los comentarios, muy literarios, como si nadie entendiera que quisiste decir. Quizás yo crea haber entendido y no sea así, pero lo más importante es que me gustó, aunque lo tuve que leer varias veces.
ResponderEliminarTe dejo un fuerte abrazo.
PD; Trata de escribir algo para nosotros.
Las mentes desquiciadas de los psicópatas, si además pertenecen a una organización pueden ser terroríficas, aunque ellos confundan cuadros con porteras.
ResponderEliminarAtrevida aportacion en esta comunidad de vecinos
ResponderEliminarPetra Acero:
ResponderEliminarSin dudas que Julián tenía nervios de acero y un desprecio total por sus semejantes.
La gente ganada por el odio, además de convertirse en un psicópata y un asesino, carece de sentimientos.
Muy bien relatado, con riqueza de matices, que logran hacer más duro el remate.
Un gran abrazo.
Amparo:
ResponderEliminarYa le dejé mi comentario a Petra Acero en el otro blog.
Un gran abrazo te manda Tintín Palomeque.
Al final he entendido que todo era fruto de la mente del protagonista. Al leerlo una segunda vez, con esa informacion añadida, he descubierto el planteamiento psicológico del relato. Muy fuerte querer rodearse de algo que le recuerde a sus vecinos muertos, sin ningún arrepentimiento por los asesinatos. Resulta complicado de entender en una lectura rápida. Arriesgado tu intento, Amparo.
ResponderEliminarBien escrito. Pero en la vida, por muchos Nervios de Acero que tengas, cuantos menos riesgos corras, mejor. Suerte, Petra Acero.
Voy a leer tu otra historia.
Primero de todo: GRACIAS a La Esfera Cultural por publicar el relato. Para mí es una alegría grandísima (esto ya no lo pondré en el siguiente de Nuestra casa, aunque también lo esté pensando). Después gracias a todos los que habéis comentado porque es un esfuerzo que os agradezco, y más en estos días que estamos casi todos de vacaciones y sin acceso a nuestro "bendito" ordenador...
ResponderEliminarXimens (querido crítico, sabes que estimo tus sabios comentarios y aportaciones en mis blogs), Anónimo y demás que no lo hayáis entendido, no era fácil. Pero siempre que sucede esto es culpa o responsabilidad del escritor, nunca del lector.
Eran flashes surrealistas: imágenes de una mente enferma, de un loco que para pasar el rato inventa parecidos de antiguos vecinos, que él ha matado en el último atentado, con objetos que trata de reunir en su casa. Mientras espera la siguiente misión y vigila las costumbres de un nuevo vecindario, como guardia jurado... Por si lo utiliza en el siguiente atentado.
Experimental, absurdo, surrealista, casi onírico... Diferente, muy diferente con la otra Historia de Portería que envié. En la diversidad está la riqueza, aunque a veces puede que no...
Gracias a todosss.
Un beso veraniego.
PD: cuando lo narre La Voz Silenciosa (que ya es un premio, y engrandece estas Historias de Portería, como todo lo que "toca" o locuciona) parecerá más fácil, más real y verosímil... O más loco, más atrevido, arriesgado y surrealista (y lo digo por experiencia en "La musina de Botero"
Rescato la imagen y el concepto de vecindario, de conjunto, de colectivo. Se arma esa imagen in pronuniar palabras que lleven a ello y eso me parece un logro... que la palabra plasme una imagen. Sin embargo, el relato no es generoso con el lector y se entrevera y se enreda y el sentido del mismo se diluye... ningún texto es un buen texto si reclama segundas lecturas. La comprensión debe ser inmediata y, peor aún, sin que medie pensamiento alguno.
ResponderEliminarAbsurdo, raro. Un espejismo de la realidad. Controversia. Un relato donde la psiquis campa a sus anchas. Me ha sorprendido leer algo así.
ResponderEliminarPor alusiones, Petra: este anónimo no es que no te haya entendido, es que sencillamente no le dice nada tu texto. Supungo que es mejor para el que escribe sentirse incomprendido que aceptar que su escrito no guste. Se siente, pero es mi opinión.
ResponderEliminarPor alusiones, Petra: este anónimo no es que no te haya entendido, es que sencillamente no le dice nada tu texto. Supungo que es mejor para el que escribe sentirse incomprendido que aceptar que su escrito no guste. Se siente, pero es mi opinión.
ResponderEliminarAnónimo, por favor, no lo sientas. Toda la responsabilidad, como he dicho antes es mía. Yo siento no saber a quién me dirijo, pero respeto tu anonimato, lógicamente. Con Ximens y Eva tengo más confianza pues solemos hablarnos en nuestros blogs, y ellos también, como tú, han dicho lo que pensaban. Las críticas negativas son tan bienintencionadas y constructivas (incluso a veces más) que las positivas o halagos huecos. Un beso, y gracias por molestarte en comentar. Estoy casi segura que mi otra historia de portería te puede gustar. Léela, por favor, estaré esperando tu comentario, aunque sea negativo... Buscaré un Anónimo en "Nuestra casa".
ResponderEliminarSinceramente, gracias.
Eva, "Realidad y Ficción", gracias por seguirme hasta aquí. Sabes que te admiro y que todas tus críticas las tengo muy en cuenta. Seguro que La Esfera Cultural se enriquece con tu presencia: he visto que te has sumado al blog.
ResponderEliminarUn abrazo a todos los que trabajáis en esta casa, para que los que os seguimos podamos disfrutar de ella.
Besosss cariñosos, cruzando el océano, para ti, Eva.
Te confieso, Petra, que me ha costado, y he necesitado de una segunda lectura para entenderlo. Ahí ya he conseguido tirar del hilo y entender el texto. Una propuesta muy arriesgada la tuya, pero me parece valiente.
ResponderEliminarBesitos