Una dama sin prejuicio vestida con un negro camisón
se asomó a la ventana lámpara en mano
y viendo éste cuadro, rompió el silencio de palabra:
-¡Rapaz! el eco del ruido artificial llega hasta mi alcoba,
clavándoseme como punzón tiñendo de rojo mi almohada.
El rapaz acallaba su risa, mientras miraba dentro
de una pequeña maceta, las migajas que el público dejaba.
Y allí, contra la pared y bajo aquella ventana sin cristal,
una codorniz de pico marmóreo un piano aporreaba.
Texto: Ramón María Vadillo
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