16 noviembre, 2012
El menor
Procedía de una familia desestructurada; la desafección entre sus miembros le predestinaba a la delincuencia. Con ocho años robó un reloj en un bazar, para demostrar a sus compañeros que también recibía regalos en Navidad. A cuenta del dichoso reloj, hubo una pelea y alguien resultó herido grave. Fue ingresado, a petición de su madre, en el Tutelar de Menores. El juez le interrogaba: -En la noche de autos, ¿recuerda usted aproximadamente a qué hora sucedieron los hechos? ¿Los hechos, la hora, a qué?- La confusión del chaval no fue menor de la del Tribunal. Pasaron segundos interminables. El muchacho levantó su muñeca izquierda y comprobó que desde que se hizo con aquel reloj, siempre marcaba la misma hora. -¿Cómo puedo saberlo?- Preguntó ruborizado por su torpeza. Nadie le mostró cómo poner un reloj a punto.
Texto: Isolda Wagner
Narración: La Voz Silenciosa
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Y golpea con crudeza esa última frase: nadie le mostró cómo poner un reloj a punto...
ResponderEliminarEl reloj, el tiempo, la vida.
¡Cuántas historias comienzan de esta manera! Una familia desestructurada, un grupo de amigos en el que quieres ser alguien, una acción desafortunada...
Y la sociedad bienpensante formulando preguntas que no se entienden: en la noche de autos... "Si yo no tenía ningún coche, pensaría el chaval".
Uff, cuantas historias similares a esta...
ResponderEliminarBesos.
Nadie le mostró....
ResponderEliminarImpacta esta frase. A cuántos niños por todo el mundo, nadie les mostró...
Un abrazo inmenso, Isolda
Sí que impresiona que nadie le enseñara a leer la hora, un tiempo detenido para él, aislado y apartado el mundo, sin esperanzas. Cuántas historias similares, gracias, Isolda por tu sensibilidad.
ResponderEliminarImpactante...
ResponderEliminarqué bueno Isolda :)
abrazos
Durísimo! Más duro aún, sabiendo que no es solo ficción.
ResponderEliminarMuy bien llevado y ese final, revelador.
Muy bueno.
Un abrazo enorme
Muy bueno, sí.
ResponderEliminarLa difícil vida de tantos.
Besos
Esféricos queridos. Me alegra que sintáis el mismo dolor que sentí, no sé en qué momento, al pensar en ese niño y en tantos como él.
ResponderEliminarBesos de cariño para todos (incluyo a vuestros hijos)
Excelente, Isolda. Conmueve este abandono, descuido total.
ResponderEliminarBesos.
Hay demasiados niños que no tienen a "nadie" que les enseñe la hora, demasiados que ni siquiera tienen a nadie que les vaya a ver a ese centro de acogida donde van a parar los "pequeños delincuentes".
ResponderEliminarDemasiados angeles con las alas rotas y el reloj parado.
Un relato que duele por lo real.
Un abrazo Isolda
Isolda. Enhorabuena. Te prodigas menos de lo que nos gustaría por aquí, porque cuando lo haces ¡Zas!, nos regalas un delicioso zarpazo. No pierdas la costumbre. Me ha encantado.
ResponderEliminarSois muy generosos y animais a cualquiera. Muchas gracias, Isabel y Miguel Ángel, ¿qué te digo?
ResponderEliminarBesos y más besos
Catherine, perdóname, siempre tan discreta que ni tienes foto y, se me ha pasado. Sabes que te quiero mucho. Gracias y un beso fuerte.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu micro, las circunstancias en las que se nace nos pueden llevar por caminos muy duros.
ResponderEliminarMuy bonito el relato. Con un mensaje que no puede dejarse caer en saco roto.
ResponderEliminarInma, me alegra verte cerca, no te prodigas mucho. José, gracias y más gracias.
ResponderEliminarBesos a los dos.
Todo un regalo literario.
ResponderEliminarIsolda... qué quieres que te diga. Un besazo inmenso e intenso.
ResponderEliminarAunque tardío, no me resisto a poner un comentario a esta entrada. Cualquier tontería... Por ejemplo, aquello de que ninguno probablemente, sabemos poner el reloj a punto, y quizá sea mejor así. Es la primera ficción que leo tuya, Isolda, y no esperaba menos. Un abrazo
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