02 diciembre, 2012

El pintor y sus amigos


Título: El pintor
Autor: Carlos de Castro Rguez. 
Se levantó temprano, una preciosa luz natural entraba por la ventana y proyectaba un intruso rayo de sol sobre el lienzo en blanco. Revisó los bocetos de la noche anterior y tras prepararse un café empezó a manchar el lienzo. Primero esparció un fondo, luego vinieron las formas, con un grueso pincel de cerda, sin saber al principio que pintaba y dejándose llevar sin saber muy bien a donde iba. 

De pronto un ruido, una lejana conversación entrecortada llamó la atención del pintor. Nada se veía, y continuó a pintar. Ahora ya se adivinaba alguna forma a pesar de la tosquedad del escorzo. 

Más ruidos, ahora cercanos, bisagras abriéndose, idas y venidas, alguna risa que otra, le interrumpieron de nuevo, había alguien en el cuarto contiguo. Sonrió, dejó la paleta y el pincel, y se asomó despacio por la

puerta entreabierta. Y allí se los encontró. No faltaba nadie, Matisse le explicaba a Picasso el poder del color, Toulouse Lautrec insistía en que el dibujo es lo importantes, Sorolla defendía la pincelada velada para lograr el efecto de la luz, y Velázquez por supuesto asentía. Sus referencias estaban allí reunidas, puntuales, exigentes, dirigiendo el trazo del pintor. 

Sin interrumpir, sin hacer ruido volvió al lienzo, agarró el pincel con la derecha, la paleta en la izquierda. Un gesto de seguridad le iluminó el rostro, eran sus referencias, sus maestros que atendían puntuales, ahora estaba seguro que estando ellos allí su trabajo dejaría de ser pintura para convertirse en Arte.


Texto e ilustración: Carlos de Castro Rodríguez
Narración: La Voz Silenciosa

3 comentarios:

  1. Cristina de Armiñan2/12/12, 14:09

    Me gustaría haber sido lienzo para saborear tu arte, gracias por acercarme a los Grandes, gracias Carlos por ser tan Grande

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  2. Me ha gustado esa inmersión en el alma del pintor.
    Enhorabuena!

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  3. Fantasías de artista, reunidos los maestros la creación está servida, todos los llevamos siempre con nosotros aunque no alucinemos. Genial la alegoría y la ilustración, Carlos.

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