Helicópteros dentro de una bombilla sin saber como han entrado. Sin poder salir.
Un bonsái lleno de monos.
Cuatro esquimales, con los que hablaba en un idioma que solamente conocíamos los cinco, en un rincón del congelador.
Trozos de estrella que veía caer ciertas noches de insomnio tras los muros del cementerio desde la ventana de mi habitación.
Lápices mágicos que escribían solos y me hacían los deberes mientras pasaba largas tardes jugando a fútbol con mis amigos.
Delfines con los que me comunicaba desde la cama justo antes de quedarme dormido y con los que después atravesaba océanos subido a sus lomos.
Y un pequeño perro negro y blanco que siempre llevaba en el bolsillo. Duque, se llamaba.
Viajes inolvidables que comenzaba con tan solo abrir un tebeo y escoger la viñeta por la
que entrar.
Pájaros que se acordaban de mí de un año para otro cuando volvía en verano a aquel pueblo que ya no existe.
Caminos que cada vez que los tomaba me llevaban a un lugar diferente.
Fotos que hablaban, canicas con bailarinas dentro enamoradas de mí.
Todo, absolutamente todo, cabía en aquella caja de cerillas que escondí una vez, cuando era niño, no recuerdo en que cajón.
Texto: Fran Rubio
Sueños que todos guardamos en algún momento de nuestra niñez en una caja de cerillas. Gran parte de lo que somos, estaba encerrado en ella.
ResponderEliminarBesos.
Bonitos recuerdos. Yo también tengo mi propia caja
ResponderEliminarQué delicia de texto! Qué bueno!
ResponderEliminarGracias por recordarnos que alguna vez tuvimos una caja de cerillas.
Estupendo texto, de los que te encanta releer para sacar una sonrisa.
ResponderEliminarLinda cajita de cerillas cargada de sueños.
ResponderEliminarCuando el mundo entero (incluso el mundo que nadie ve y dicen -ilusos- que no existe) cabe en una caja de cerillas es que el Paraíso está a la vuelta de la esquina. Lástima que crezcamos y olvidemos, no donde pusimos la caja -que también- sino para qué sirven las cajas de cerillas.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Pues habrá que rescatar ese caja, Fran, parece que dentro hay escondido un tesoro que queremos leer.
ResponderEliminarPrecioso texto, toda una estampa surrealista. Cada uno de sus elementos puede conducir a una nueva historia... Un abrazo.
ResponderEliminar¡Encantador!, ese tipo de textos que descubre esa otra parte de la que estamos hechos y que se nos olvida; la fantasía, la imaginación, esa luz que ilumina soledades y tristezas; eso que es gratis y nadie puede robar a ningún ser humano, ni siquiera a aquellos seres privados de libertad. Felicidades Fran por hacernos recordar nuestras cajita de cerilla.
ResponderEliminarNo es de extrañar que el psicoanálisis indague en la infancia, en los sueños que nos acompañan desde entonces. Si no fuera así, estaríamos vacíos. Excelente texto, Fran.
ResponderEliminarEs muy bueno, Fran...
ResponderEliminar¡cuantos sueños caben en una caja de cerillas! Por qué siempre nos empeñamos en guardar las cosas reales en cajas grandes, todo es mucho más sencillo.
Tu imaginación y recuerdos me han traído los de mi hijo cuando era pequeño.
Felicidades por la publicación, llego un poco tarde, pero no me arrepiento de haber venido.
Besiocos, tu texto es muy, muy bueno.