Llamé a la puerta y el sonido retumbó en el silencio oscuro de la
noche. Era tan siniestro y gris que helaba los pasos. Parecía estar
esperándome. No sabía a quien acudir, ese brujo de mueca fría y descascarillada
era mi última escapatoria.
Entré despacio, cubierta por una capa negra que tapaba mis vergüenzas,
que escondía mis temores y encapuchaba las arrugas que resquebrajaban mi dolor.
El brujo sostenía entre los dedos una aguja larga y fina y sus
destellos puntiagudos deslumbraban la tenue luz del único velón que alumbraba
la choza.
Toma, me dijo, ten mucho cuidado y recuerda, hay que clavarla poco a
poco en el centro del corazón. A medida que vaya penetrando en su carne irá
durmiéndose profundamente hasta morir.
Un solo gesto y la aguja apareció en mis manos y mi cuerpo, arrugado y
frío, se puso en
camino torturado por la angustia de mi decisión.
camino torturado por la angustia de mi decisión.
Mientras la apretaba, caminaba sin avanzar y me encogía para
desaparecer. Entre sollozos repetía sus palabras: recuerda, poco a poco.
Sólo tenía cinco años. Años mudos, llenos de quietud y dolor, de
lágrimas derramadas de impotencia, años llenos de vigilia sostenida por un
cuerpo inerte.
No quise hacer ruido, entré en su habitación. Me paré en su gesto
callado, respiraba lento y tiritaba con espasmos. Nada en su vida me había dado
la tregua de una sonrisa.
Destapé su pecho, mis lágrimas mojaban su ombligo y la aguja titilaba
entre mis dedos.
Poco a poco, me repetí, poco a poco y la aguja se coló lentamente entre
sus costillas, silenciosa, empujada por sus propias carnes que parecían
atraerla. El sueño se filtraba en sus párpados apesadumbrados y tristes. Ya
sólo quedaba la mitad de la culpa por introducir en el pecho y sus brazos se
separaron de mí, su cabeza se caía y su cuerpo se despegaba como pidiéndome
permiso para irse.
Lo agarré, lo apreté con tanta fuerza que noté la otra mitad atravesándome
el corazón. Una gota de sangre recorrió la aguja y otra y otra, hasta que me quedé
vacía abrazada a él, compartiendo su muerte.
Texto: Inma Vinuesa
Narración: La Voz Silenciosa
Texto: Inma Vinuesa
Narración: La Voz Silenciosa
Cuánta angustia, cuánto dolor, ternura, arrojo, cuánto amor en una decisión generosa y liberadora.
ResponderEliminarEsa imagen de la madre siendo atravesada por la misma aguja que acaba con la vida de su hijo, esa muerte compartida, no me abandonará.
Me ha impactado como solo impacta la buena literatura.
Tremendo. Un placer leerte,
ResponderEliminarAbrazos
Uff, qué dolor tan grande. Sin embargo, la frase más triste para mí es "Nada en su vida me había dado la tregua de una sonrisa" Impresionante el final con la gota de sangre recorriendo la aguja.
ResponderEliminarMuchos besos, Inma
Sin duda uno de los mejores textos que te he leído Inma. Enhorabuena. Texto cargado de imágenes claras, que dejan huella. Casi se pueden tocar. Casi se pueden sentir.
ResponderEliminarTremendo. A uno le deja petrificado, cómo se puede llegar hasta semejantes extremos...
ResponderEliminarUn texto que me ha gustado, a pesar de los estremecimientos.
Estremecedor relato, Inma, cargado de las imágenes oscuras de la angustia y del dolor, los cuerpos de madre e hijo traspasados por la misma aguja de la muerte. Tremendo, de lo mejor que te he leído, estoy con Miguel.
ResponderEliminarEs una narración estremecedora, con el amor de madre llevado hasta el último aliento, el de la liberación de ambos en la muerte.Excelente texto, Inma, un abrazo.
ResponderEliminarQuerida Inma: no puedo añadir nada nuevo, estoy de acuerdo en que tu relato es estremecedor y que al igual que describes se va clavando también en el lector que siente el dolor punzante y la angustia de esa madre.Eso solo lo consiguen los buenos escritores. Felicidades.
ResponderEliminarInma, tus palabras atraviesan como agujas. Impresionante. Felicidades!!!
ResponderEliminarEn general, en La Esfera se escribe y se lee buena literatura; sin embargo, sólo algunos textos, como éste, nos invade como un eco que se queda para siempre. Enhorabuena, escritora.
ResponderEliminarFrancisco, lo has hecho tuyo maestro. Impresionante.
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