En la ruidosa noche se sintió
abandonado por todos los que, a su lado, habían recorrido un largo camino de
escabrosos y recortados senderos, empinadas y pedregosas cuestas, carreteras
que serpenteaban al borde de escarpados precipicios. Juntos, habían soportando
el frío y el calor abrasador, las lluvias y los temporales, los vientos y las
nieblas …
Nada ni nadie le hubiera impedido
seguir avanzando … pero se quedó solo y la llegada del invierno lo había ido
encorvando y empequeñeciendo hasta el extremo de estar a punto de perder su
identidad.
Sin embargo, todos se habían
despedido de él, justo al llegar la medianoche, cuando los destellos de las
luces de la ciudad se fundían con las risas y los gritos de una alegría
ficticia, regada con burbujeantes gotas de champán.
Ahora debía regresar a casa. Las
calles, todavía iluminadas, eran ya las únicas espectadoras de la lenta
trayectoria hacia su hogar.
Una vez en casa se dirigió a su
habitación, en su escritorio le esperaba un nuevo libro con todas las páginas
en blanco. Se acostó pensando … ¿qué escribiría en él?
Texto: Pilar Pastor
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
La vida pesa y, a pesar de ello, a veces las páginas continúan en blanco.
ResponderEliminarEn ocasiones uno piensa que, al volver a casa, ha de relatar sobre lo vivido... pero la noche se hizo para pensar y el día para escribir (aunque todo da un giro). En cuanto me he parado en este breve escrito no he podido evitar que entrara en mi mente
ResponderEliminarel hecho que los escritores muchas veces escriben sin saber muy bien qué o por qué. Espléndido texto.
Feliz 2013, venga, vamos a escribirlo entre todos...
ResponderEliminarAl escritor no le pesa ni la noche ni el día si tiene una buena idea en su cabeza para rellenar libros en blanco.
ResponderEliminarEl vértigo ante el folio en blanco. ¿Quién no lo ha sentido?
ResponderEliminarNo es que Inma no tenga razón, que la tiene. El problema empieza cuando a uno se le abandonan las ideas.