28 enero, 2013
Peluche
Dormía, desde que puedo recordar, en el mismo cuarto. Ella siempre había mostrado su cariño conmigo, abrazándome e incluso compartíamos la cama, juntos, apretados.
A pesar de ello y sin saber el motivo, fui una parte oculta de la familia. Sentía su tierna mirada cuando me acariciaban con afecto, pero distinto. Yo era un segundo de su eterna devoción.
Ahora, entraban y salían sin ni siquiera mirarme. Quizás, era yo el que no podía o deseaba verme diferente. Creo que ellos evitaban mostrar lo obvio. Nunca lo hubiera imaginado, tan triste, tan cruel. No entendía los motivos.
Los buscaba con mis grandes ojos, dilatados, intentando averiguar cuál era mi pecado. Desde la esquina de la habitación, amontonado, entre animales de distintos tamaños y colores, lloraba lágrimas secas intentando arrancarme mi etiqueta.
Texto: Ignacio Alvarez Ilzarbe
Narración: La Voz Silenciosa
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Muy bien escrito y a la vez muy triste.
ResponderEliminarLo he tenido que leer dos veces, pero ya comprendido, tiene su aquél. Y sí, la vida de un peluche puede ser muy triste. Besos.
ResponderEliminarMe encanta !!
ResponderEliminarPobre osito de peluche
Abrazos
Maria Estevez
Què triste ser solo un pequeño peluche y considerarte uno más de la familia.
ResponderEliminarMuy tierno y triste.
Quizás el problema está en la etiqueta...
ResponderEliminarSupongo que a todos nos duele dejar de ser el centro de atención.
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