La autora Ana Joyanes firmando ejemplares |
Escribir acerca de una nueva novela de Ana Joyanes Romo es uno de los placeres que me reservaron como premio inesperado al entrar en este mundo de los blogs. Inesperado
y escondido en aquel noviembre de 2008 que ahora parece tan lejano y, sin
embargo, como síntoma de contradicción, está tan próximo y tan presente en el
recuerdo. No es el único premio que he recibido, pues, en esta misma categoría
de escritores y de amigos podría citar varios nombres, desde luego nada
secretos, camuflados o escondidos.
Pero mejor
no andarse por las ramas, mejor ir al grano, y cuanto antes, respecto de esta
novela, que es lo que debe ocupar estas líneas.
En esta novela me atrevo a destacar tres pivotes sobre los que avanza o giran, tanto el argumento como el tema central: tiempo, mitología y humanidad. Procuraré explicarme.
En su
anterior novela (Sangre y fuego), el tema del tiempo asoma como algo trascendente. Si alguien lo ha olvidado, o aún no lo
ha leído (¿Alguien no lo ha leído aún?), Sangre
y fuego es una novela en la que
sus protagonistas viven sus peripecias desde
el año 175 d. C. hasta 2009. Y el tiempo también era importante respecto de la
arquitectura de la novela, con esos saltos cronológicos, esos avances y retrocesos durante la trama que van tejiendo el
argumento con una precisión milimétrica. Pero, a pesar de esta importancia indudable, el tiempo no llega a
ser uno de los temas o cuestiones capitales en la obra, simplemente es, de una
parte, referencia narrativa y, por otra, material de construcción para el
autor, permítaseme el símil.
Noa y los dioses del tiempo
Autora: Ana Joyanes Romo.
Ediciones Idea y Ediciones Aguere
Santa Cruz de Tenerife 2012.
275 páginas.
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Sin embargo,
en Noa y los dioses del tiempo, ya
desde el título, el lector ha de asumir que el tiempo no va a ser un
ingrediente decorativo, es absolutamente trascendente. Y después de leer la primera frase de la novela, esta
suposición se convierte en confirmación expectante. Abre así Ana su obra:
El día que Noa nació duró 25 horas, aunque nadie pareció percatarse.
Pero, a medida que se avanza en su lectura, el lector comprobará que el tiempo es clave, tanto para lo bueno, como para lo malo.
Cuando comenté
la primera novela publicada por Ana (Lágrimas mágicas) hablé de la literatura fantástica. La autora, como no puede ser menos, sigue siendo fiel a este
tipo de literatura en esta tercera novela individual, pero uno, que ya está
rendido por la potencia de sus letras por la energía y plasticidad que atesora
en cada párrafo, no es nada reticente a esta cuestión. En este caso, además,
podría decir que es menos fantástica que otras, pero acaso porque uno, desde
hace mucho tiempo está acostumbrado a la mitología y no considera el Olimpo
como parte del género fantástico.
¿Por qué?
Es algo
que me pregunto desde el segundo capítulo. Sólo se me ocurre una respuesta: porque otro de los pilares
sobre los que se sostiene esta novela (y también el título lo sugiere) es la
creación de una mitología, en este caso canaria. No me resisto a copiar el
inicio de este capítulo que incluye en pocas pinceladas lo esencial del olimpo
canario creado por Ana:
El aburrimiento de Berés se contaba por siglos. Desde su observatorio, contemplaba el lento devenir del universo y se desesperaba.
Surcaba las vías estelares una y otra vez, contemplando las estrellas nuevas, las viejas sendas intergalácticas.
—No interfieras en la labor de los otros dioses —había sido la consigna de su madre, Meia—, esta morada que nos estamos construyendo necesita del trabajo de todos nosotros. No estás solo y no eres todopoderoso, tienes tus límites, como todos.
Como uno
intuye nada más leer estas líneas, estos dioses no van a ser muy diferentes de
los dioses a los que estamos más acostumbrados gracias a nuestra tradición greco-latina: Zeus o Júpiter, Mercurio, Marte, Venus, Afrodita,
Cronos, Hermes, Neptuno… y todos los demás. Así, si en Lágrimas mágicas las criaturas fantásticas que poblaban sus páginas
eran elfos, gnomos, hadas, trolls, suelfos, trasgos... y en Sangre y fuego vampiros y otros
monstruos, en Noa y los dioses del tiempo,
Ana Joyanes se atreve a crear nada menos que una mitología cuyo centro de
operaciones en esta peripecia son las Islas Canarias —Marinia en la novela—.
Imitando o siguiendo la estela que el ser humano desde antiguo ha trazado a la hora de componer sus mitologías, Ana Joyanes otorga a las inmensas e imprevisibles fuerzas de las naturaleza la condición de deidad. El hombre desde siempre se ha preguntado por la sucesión de los días y las noches, los ciclos de las lluvias o las sequías, las razones por las cuales, de improviso, una catástrofe natural (terremoto, huracán, erupción volcánica, tempestad, galerna, tornado, incendios...) sembraban miedo, horror, destrucción o muerte. Y el ser humano se respondió en casi todas partes con la creación de divinidades que explicaban tal o cual suceso. Del mismo modo que nuestros predecesores ha actuado la escritora, y mostrando su portentosa imaginación y sensibilidad, ha sido capaz de crear un parnaso canario con once deidades, de momento: Adea, Berés, Detor, Faura, Koya, Madin, Meia, Pau, Pitileia, Sera y Tesay.
Pero al crear esta mitología, Ana lo que hace, en realidad, es rendir homenaje y plasmar su amor a la tierra donde vive desde hace años, una tierra que no la vio nacer, pero a
la que adora. Un archipiélago donde el equilibrio entre el sol, los vientos,
tierra, mar y la entraña viva y ardiente del planeta conviven en un equilibrio
que da como resultado algo parecido al paraíso.
Como he dicho más arriba, otro de
los puntos de apoyo de la obra, como siempre sucede en la narrativa de Ana
Joyanes, es el ser humano. En las mitologías (en cualquiera) no sólo se explica cómo son los dioses que rigen el Universo, sino que se da a conocer el mundo de los humanos. Las mitologías sólo tienen
sentido desde los humanos. Así ha sido siempre, y ésa quizá sea la mayor prueba
de que los únicos dioses somos los hombres; pero esto es otra historia. En Noa y los dioses del tiempo la autora traza
también una. Y como sucede con cualquier mitología, la humanidad que se dibuja es la contemporánea al autor(a) que la escribe. El retrato que Joyanes hace de
esta humanidad es desolador, para qué engañarnos, sobre todo en lo que respecta
a los políticos y dirigentes marinios, especialmente extrapolables a los
actuales dirigentes españoles. En esta parte, para desgracia de todos, la
novela es realista, a pesar de que no se profundice excesivamente en el asunto.
Pero al mismo tiempo, pone la lupa —porque esto es lo que más interesa a la
escritora— sobre aquellos que viven e intuyen que la verdadera salida no está
en quienes imitan los caprichos de los dioses, sino en quienes aman. En este
sentido, los personajes de los abuelos son un prodigio de ternura, que no de
sentimentalismo.
Y como en toda creación mitológica, en Noa
y los dioses del tiempo nos encontramos con unas criaturas casi humanas,
los oceánicos, que no sé si
interpretar como una vuelta atrás en la evolución —ya que son casi anfibios
pues sin agua no pueden vivir— o, por el contrario, un paso adelante, a modo de
aviso de lo que puede ocurrir si el calentamiento del planeta continúa y acrece
el nivel del mar hasta territorios hasta ahora impensables.
Me leí
la novela en dos días. Como siempre me ocurre con la literatura de Ana Joyanes,
cuando empiezo, ya no puedo parar.
Su narrativa se caracteriza formalmente,
por ser una literatura de músculo y nervio, sin apenas adornos y en constante
avance. La narración esencial, en donde los verbos —y por tanto la sensación de
movimiento— prevalecen sobre cualquier otra categoría lingüística. Más aún, los
adjetivos tienden a desaparecer, y cuando se muestran brillan con más intensidad. Sin
embargo, en esta novela, hay hermosísimos pasajes que rozan la descripción poética,
momentos que rompen el ritmo trepidante y sosiegan la respiración del lector, si es que éste
tiene paciencia y no se ve impelido por la historia a avanzar en el argumento,
que no voy a reproducir, por obvias razones de respeto a los lectores. Aún así,
sin desvelar mucho, aquí dejo lo que para mí es el núcleo que desencadena todo
lo que sucederá: la impaciencia y la envidia de los dioses hacen de la Tierra,
y más en concreto de Marinia, objeto de sus deseos.
En un rápido periplo por los confines del universo, un pequeño lugar aún inconcluso había llamado su atención, un planeta minúsculo, condensado y cálido. Tal vez le hubiera pasado desapercibido si no fuera porque distinguió en él la mano amorosa de Tesay. Era notorio que su hermano sentía predilección por este rincón, lo conocía bien. Podía percibir cómo lo moldeaba, despacio, con mimo, sin las grandes muestras pirotécnicas con que despachaba la creación de otros lugares o los cataclismos con que destruía lo que consideraba inútil o inadecuado.
Y Berés deseó poseer lo que su hermano tenía.
(El subrayado es mío)
Lo malo
de este deseo de Berés es que el enfrentamiento con Tesay en diferentes eones
del Universo, supone el dolor, el sufrimiento, incluso la muerte de los humanos
que habitan los territorios objeto de su anhelo desmedido.
En uno
de los últimos enfrentamientos de Tesay y Berés —en el eón que nos corresponde
hoy en día—, una jovencita marinia llamada Noa, poseedora de cualidades especiales,
tiene una trascendencia fundamental, que sólo en las últimas páginas del relato
se resuelve.
Esta entrada
es sólo una reseña, por tanto, a pesar de que me cuesta trabajo, no debo
avanzar en el comentario del argumento del libro, pues desvelaría más de lo
que debo. Pero tampoco debo olvidarme, para que el lector sepa con lo que se va
encontrar, de la entraña de la narración. Más allá de lo trepidante de este
relato, que encaja sin esfuerzo en la categoría de novela de aventuras, o, si se quiere emplear un término más contemporáneo thriller, más allá de la creación de una mitología, más allá de
la existencia o no existencia del pasado, el presente o el futuro y de su modo
de manifestarse y superponerse, el tema principal de la novela —bien sujeto por
estos pivotes—, es el amor, la entrega absoluta como única posibilidad para
romper lo inevitable.
Quizá por
ello sea tan atractiva esta novela, quizá por todo ello sea imposible no dejar
sus páginas una vez iniciada la lectura. Son temas eternos en la literatura, y son eternos porque a cualquier lector de cualquier época
interesan estos asuntos relacionados con los miedos más ancestrales y los
deseos más hondos, esos que mueven cada vida, todas las vidas.
Excelente reseña, Amando. Has dado en el clavo en lo que encierra "Noa y los dioses del tiempo". Esta última novela de nuestra esférica Ana, encierra un mundo convulso y abocado a la autodestrucción, muy parecido a lo que vemos hoy por hoy alrededor de nuestras vidas. Es ingenioso, con un final que da sentido a toda la trama, sin dejar un solo cabo suelto, y por supuesto, con ese ritmo musical que Ana pone a su literatura y que ya pudimos palpar con sangre y fuego.
ResponderEliminarGracias a los dos, a la escritora por poner en nuestras manos esta joya y al lector, Amando, que sabe mirar más allá de las letras.
Gracias, Miguel Ángel, pero reconocerás conmigo que reseñar una novela de Ana, sólo tiene una cosa difícil: saber dónde cortar, y cómo no deshacerte en elogios.
ResponderEliminarQuerido Amando: me sacas los colores.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por estas palabras -por este tiempo- que dedicas a Noa.
Me emociona profundamente que hayas sido capaz no solo de leer sino de captar la esencia de esta historia y que, además, te hayas tomado el tiempo (otra vez sale a relucir) para hurgar en sus significados y compartirlos.
No se puede desear más como escritor que llegar de esta forma al que te lee.
Como amiga, tampoco se puede desear más que contar con uno como tú.
Excelente reseña, como lo merece el libro. Reseña que bucea en sus claves.
ResponderEliminarMiguel Ángel, una vez más debo agradecerte el cariño con que tratas a Noa y los dioses del tiempo.
ResponderEliminarMe es especialmente grato que tú, con tu faceta de músico, percibas el ritmo en Noa.
De nuevo, muchas gracias.
Reconozco,que a veces, soy lenta en la lectura en general.Con los libros de Ana J."Sangre y fuego","Oscurece en Edimburgo","Lágrimas mágicas",ocurrió todo lo contrario,no podia parar,a la vez me invadia una desazón,porque llegaba el final de la lectura...Estoy impaciente,por leer su ultimo libro,que sin lugar a dudas,me transportará por lugares maravillosos.Un beso grande
ResponderEliminarQué alegría verte por aquí, María!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por la atención que siempre prestas a mis historias.
Espero que disfrutes con Noa. De todo corazón.
Un abrazo grande.