Ese remolino de viento desata sus dedos
y
se cuela, se adentra en medio de mis
silencios,
justo en el momento que me disponía
llamar a los muertos,
que hace tiempo han masticado la vida,
la misma que continúo.
Ese remolino inquieto que atrevido
susurra a mi lado los mimos de los amantes,
los besos de labio a labio,
y se me escapa entonces una lágrima
igual que la de la noche anterior.
Ese remolino ahora más fuerte con un
silbido agudo cerca de mis oídos,
deja el almizcle untuoso que trae desde
lejos, cuando la corriente empuja.
Esos aires,
los mismos que desvelan mis horas esta
noche.
Texto: María Estévez
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Reconozco que soy extremadamente torpe en lo que concierne a la poesía.
ResponderEliminarSiempre recuerdo el consejo de un amigo: no intentes entender, siente.
Pero siempre intento entender para poder sentir.
En este texto he sentido inquietud, a pesar de que no termino de comprender qué es lo que causa esa inquietud nocturna.
Me ha gustado como suena. Aspiro a poder entenderlo completamente en una cuarta lectura.
Estoy con Ana, es desasogante el poema. Me ha gustado.
ResponderEliminarCreo, Ana, que convendría establecer los mecanismos necesarios para que la vía que une corazón y razón sea de doble sentido.
Aunque creo que llego tarde, porque me ha parecido ver algo un poco más arriba.