Lección de anatomía del Dr. Tulp Autor: Rembrandt, 1632 |
Hay escritores que tienen por costumbre trazar una biografía completa de sus personajes antes incluso de comenzar a escribir la primera línea de su historia, y otros, sin embargo apenas reúnen algunas anotaciones desordenadas e inconexas sobre sus personajes. Ambas fórmulas definen la anatomía del personaje.
Un personaje es la expresión analítica, la expresión resumida de una persona. Es el poso, la síntesis, el rescoldo que una persona, posiblemente real, deja en el cuaderno de notas o en la memoria de un escritor. Éste tiene, a partir de ello, la inconmensurable y delicada tarea de acometer el diseño y de leer el nunca redactado manual de instrucciones de montaje del personaje.
Los responsables de la anatomía del personaje son el propio escritor y, muchas veces, el propio personaje.
En
el diseño de la anatomía del personaje, la complejidad de ésta
debe ser suficiente como para soportar, como para servir de
contenedor de, todas las experiencias por las que,
en la historia
narrada, habrá de pasar. Dotar de ese contenido, de ese entramado de
personalidad, al personaje, es la tarea.
Durante
la construcción del personaje, no faltarán momentos en los que el
escritor haya de sentirse necesariamente como una especie de doctor
Frankenstein,
con la mesa de operaciones repleta de piezas (sin
vida)
de distintas personas reales, con las que ir montando su
personaje,
con las que darle vida.
Rasgos, voces, facciones, frases, costumbres, manías, cicatrices...
Al
escritor británico Angus
Wilson,
los
personajes se le revelaban cuando la gente le hablaba.
Tomaba rasgos, gestos, dejes, voces, semblantes..., de distintas
personas reales y las mezclaba y, afirmaba: "a partir de tales
mezclas puedo
crear personajes".
En
el caso de Aldous
Huxley,
sus personajes están basados, "inevitablemente, en personas
conocidas", aunque para él "los
personajes novelescos son muy simplificados;
son mucho menos complejos que las personas reales".
En
todos los casos, en la anatomía
del personaje es
requerido dedicar importantes esfuerzos al diseño, a la creación
de su mundo interior,
el mundo que dirá más cosas del personaje que todas las
descripciones que el escritor pueda acumular durante la novela. Déle
el escritor al personaje un pasado que recordar, que temer, que
ocultar o al que enfrentarse, plantéele conflictos
que forjen su personalidad y
déle un tiempo para poner en orden su vida o para alcanzar sus
objetivos y conseguir sus ambiciones. Acompáñelo de enemigos y
aliados, sitúelo frente a obstáculos gigantescos, estréchele los
caminos, inunde
su piso y échele un salvavidas invisible,
sométale a dilemas trascendentales, vívale!
El
escritor, una
vez que le haya insuflado un halo de vida a su personaje,
y una vez dispuesto el resto de elementos en su escenario vital;
deberá dejar al personaje deambular por su imaginación, que es su
mundo, deberá dejarle que se enfrente a sus miedos, a los conflictos
que se le avecinan,
debe dejarle, en definitiva, que crezca, que se haga mayor. Y
mientras tanto, tomar buena nota de sus reacciones, pues habrán de
constituir el
mejor material literario de
que disponga el escritor en su tarea de transmitir fielmente al
lector la esencia del personaje creado. Esto proceso ocurre en
ocasiones tan literalmente así que, los
responsables de la anatomía del personaje son el propio escritor y,
muchas veces, el propio personaje,
que llega incluso a sorprender a su propio creador, mostrando facetas
necesarias para su propia existencia a las que el escritor no ha
podido anticiparse durante su concepción.
En
definitiva, después de que el personaje rompa a llorar nada más
nacer, dejadle que escuche, que observe, que analice su mundo, que se
sorprenda como un niño, que evoque su memoria. Dejad al personaje
que se mire las manos y se reconozca. Dejad al personaje que sienta,
que se sienta vivo... y vivirá..., y viviréis. Porque, escribir es
estar siempre al borde de la vida.
Concepción
y anatomía del personaje
Artículo: Víctor J. Sanz
Artículo: Víctor J. Sanz
Tu artículo me ha provocado que recuerde la importancia que tiene darle vida de verdad a los personajes. Lo has pintado de tal forma que empiezo a dudar de los personajes que aparecen en la obra que estoy escribiendo.
ResponderEliminarGracias por volver a estos puntos tan importante en el abordaje de la escritura de una novela y rescatarlo. Muchas veces nos subimos al frenesí de la escritura y nos despistamos. Pero es algo que debemos tener muy, pero que muy presente.
Provocar pensamientos y reflexiones es uno de los objetivos de esta esfera del escritor vista desde dentro.
ResponderEliminarAl lector para comprender y amar la lectura, al escritor para comprenderse y amar la escritura.
Si te he animado a reflexionar me siento contento y halagado a un tiempo.
Un abrazo.
A mi modo de ver el riesgo que corre el autor con los personajes es doble: por una parte evitar que parezcan marionetas en sus manos, y por otra, lo contrario, que el personaje se rebele tanto que se escape de las manos del escritor.
ResponderEliminarEn todo caso, prefiero a estos últimos, porque en sí mismos encierran toda la carga de misterio, intriga y sorpresa que pueda tener la vida.
Me apunto a tu conclusión Amando, los rebeldes son los que más contenido pueden dejar en la historia y, por tanto, en la memoria del lector.
ResponderEliminarGracias por participar.
Personajes de carne, hueso y alma. Eso es lo que hace que un personaje deje de ser un garabato para saltar a la vida.
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