Desaceleró, no era ave de vuelo
solitario; pero la parvada no intentó alcanzarle. Triste dejó de batir sus alas
y antes de estrellarse contra la roca, miró complacido hacia al cielo. Las aves
volaban raudas y unidas. Murió sin notar que una nube ocultaba al nuevo líder.
Texto: Elizabeth Larrañaga
El símbolo del ídolo caído y nunca mejor dicho. Me gustó ese micro, mucho.
ResponderEliminarBesos, Elizabeth.
Nada es eterno. Micros como éste ayudan a entenderlo.
ResponderEliminarHay algo de heróico en saber retirarse a tiempo y dejar paso a otro.
ResponderEliminarTriste pero hermoso texto.
Muchas gracias a La Esfera Cultural por la publicación.
ResponderEliminarGracias Ana J.,Amando e Isolda, por leer el texto y comentar. Saludos y un abrazo.
Elizabeth Larrañaga