20 mayo, 2013
Dardos
Cuando vienen las visitas coloca su sonrisa de plástico y muda el tono de su voz, todos la adulan y ella practica su condescendencia mientras les alarga las pastas de té. Cuando se marchan, se quita el disfraz: las uñas, las pestañas, la capa de carmín y el corsé que la ha dejado exhausta. Y vuelve a ser la mujer arisca e indomable que practica tiro al blanco conmigo. Hasta ahora sus dardos apenas me habían rozado. Hoy han dado en el centro de la diana. Mientras recogía los complementos de su disfraz después de la última visita, con su peluca en la mano, quise besarla ¡me inspira tanta ternura!, me apartó con violencia, y entre la retahíla de improperios que enlazaba imparable, me pareció escuchar que le da asco mi boca.
Texto: Yolanda Nava
Narración: La Voz Silenciosa
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Qué dulce es la vejez...
ResponderEliminarMe gustó mucho!
Abrazos
María Estévez.
Pues no estaba pensando en la vejez cuando lo escribí, sino en alguien impedido y enfermo, pero supongo que puede enfocarse también por ahí.
ResponderEliminarUn saludo.
Está claro que me fui por otros derroteros. Mal interpretación por parte mía.
ResponderEliminarUn abrazo, Yolanda
María Estévez
Es curioso yo había pensado en algo más genérico, pero también duro.
ResponderEliminarEn cualquier caso, demasiadas veces contemplamos fachadas y disfraces. La verdad queda oculta.
Duro, muy duro.
ResponderEliminarNo se puede desperdiciar la vida con alquien que no te considera y mucho menos servirle de desahogo de sus propias frustaciones.
ResponderEliminarBesos,
Gracias por comentar.
ResponderEliminarFuerte abrazo amigos.
No es un caso novelado.
ResponderEliminarAsí existen muchos.
Gracias por traerlo. Gracias por hacerlo letras.