Cuando suena el despertador, Gloria maldice en silencio. Con los ojos aún cerrados y sin encender las luces, se desliza por el pasillo de la casa hasta la cocina. Abre el armarito, saca la cafetera y se deja envolver por el aroma del café; mientras, elige dos jugos de la nevera, coge dos paquetes de galletas Oreo y dos manzanas. Prepara dos bolsas de tela, una verde y una amarilla. Una para Daniel y otra para Marina. Se acerca a la ventana y ve la calle dormida aún en su negrura. Todavía no son las seis y media. El burbujeo del café ya listo le trae de vuelta a la cocina. Solo, con dos de azúcar. Aún no amanece.
En la parada de la guagua hace mucho frío. A Daniel sólo se le ven los ojos. Marina desafía al aire helado sin bufanda ni gorro. Tiene el pelo largo, color tabaco y hoy lo lleva suelto. Gloria está muy guapa, como casi siempre. Y está de mal humor, como casi siempre. Discute con Marina, que al subir, se sienta sola al fondo. Se enfada con Daniel, que no para
de preguntarle cosas sin sentido. Sin darse cuenta, sube la voz y algunos pasajeros se revuelven en los asientos. Suspira y se echa hacia atrás, agotada. El niño llora bajito.
Llegan a la terminal y caminan un par de calles Delante de la puerta del colegio los despide con un beso ligero en la frente. Siente una presión en el pecho cuando se da la vuelta. “Se pasará”, piensa.
—Buenos días, Eloy —saluda mientras se sienta en la barra.
—Buenos días, Gloria, ¡qué guapa estás! —contesta el camarero limpiando el granito con brío.
—Ay, Eloy, ¡cómo eres! —sonríe con una mueca— ¡Qué buen humor tienes siempre!
—Y que voy a hacer, mi niña, ¿ponerme a llorar? Además, no estoy diciendo nada que no sea mentira, porque guapa estás un rato...
—Pero Eloy, si todos los días me dices lo mismo...
—Porque todos los días estás guapísima.
—Anda, ponme una manzanilla que tengo el estómago un poco revuelto.
—Enseguida. ¡Marchando una manzanilla.
Texto: Belén Valiente
Audio: La Voz Silenciosa
de preguntarle cosas sin sentido. Sin darse cuenta, sube la voz y algunos pasajeros se revuelven en los asientos. Suspira y se echa hacia atrás, agotada. El niño llora bajito.
Llegan a la terminal y caminan un par de calles Delante de la puerta del colegio los despide con un beso ligero en la frente. Siente una presión en el pecho cuando se da la vuelta. “Se pasará”, piensa.
—Buenos días, Eloy —saluda mientras se sienta en la barra.
—Buenos días, Gloria, ¡qué guapa estás! —contesta el camarero limpiando el granito con brío.
—Ay, Eloy, ¡cómo eres! —sonríe con una mueca— ¡Qué buen humor tienes siempre!
—Y que voy a hacer, mi niña, ¿ponerme a llorar? Además, no estoy diciendo nada que no sea mentira, porque guapa estás un rato...
—Pero Eloy, si todos los días me dices lo mismo...
—Porque todos los días estás guapísima.
—Anda, ponme una manzanilla que tengo el estómago un poco revuelto.
—Enseguida. ¡Marchando una manzanilla.
Texto: Belén Valiente
Audio: La Voz Silenciosa
El verdadero despertar, en ocasiones no tiene que ver con abrir los ojos, sino con encontrar quien te sonría.
ResponderEliminarGracias Amando y a todo el comité editorial. Gracias a ustedes sigo teniendo ganas de escribir. Saludos.
ResponderEliminar¿Me equivoco si digo que este es el inicio de una historia más larga?
ResponderEliminarSi es así, no la dejes incompleta, Belén. Tienes buen material.
Si no, ¿por qué no lo intentas?
Ana,esa es mi cruz! Tengo el comienzo, el material y luego no sé seguir. Toda la vida escribiré relato breve,ja,ja.Gracia por comentar y un beso fuerte.
ResponderEliminarUna historia tan cotidiana, incluido el lenguaje utilizado me suena a mi casa,a mi isla... y sobre todo me suena a mí, mi nombre es Gloria y me lo he tomado como un regalo. Gracias por hacernos sentir.
ResponderEliminarBesos gloriosos.