La bailadora |
Angelita era un prodigio del baile flamenco, y con solo diez años llenaba los tablaos de la zona. Ni una
mosca osaba interrumpir el equilibrio de la música cuando sus tacones golpeaban la tarima y sus brazos y cintura serpenteaban en el aire para deleitar con su duende a la entendida clientela, que jaleaba con entusiasmo cada movimiento de la bailadora. Los contratos para bailar en los mejores teatros de la elegante ciudad la llovían. Pero Angelita daba largas, Angelita no quería más que bailar libremente para su gente, sus vecinos, su familia, y decía sí ya voy y nunca venía.
Ha pasado media vida y ahora Angelita espera que la llame el empresario aquel, el hombre que se la lleve a bailar por el mundo, el que le ofrezca lo que nunca ha tenido, el que la regale lo que le prometía entonces por un simple castañeteo de sus dedos. Y Angelita se ofrece ahora para bailar por un puñado de billetes, al primero que se lo pida.
Texto e ilustración: Carlos de Castro
Narración: La Voz Silenciosa
La pasión de la juventud, libre y salvaje. Pero a la vuelta, el hambre aprieta y duele la vejez y el arrepentimiento.
ResponderEliminarUn texto al ritmo del vuelo de brazos y volantes y aterrizaje en el duro suelo. Olé.
Qué bien dibujada esa Angelita en su ocaso. Felicidades.
ResponderEliminarSaludos.
El talento, las oportunidades, seguir la propia voluntad, la vida que pasa.
ResponderEliminarMuy bueno.
Las oportunidades en la vida llegan y si no se toman, simplemente, se van....
ResponderEliminarTodo en la vida tiene su tiempo. Y no dura siempre.
ResponderEliminarAy, cuando se deja pasar el primer tren. No siempre llegan las segundas oportunidades, y lo normal es acabar montando en otro para intentar llegar a la estación termini adecuada.
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