El escritor muestra uno de sus lados más humanos cuando lleva a cabo cierto tipo de justicia contra seres reales durante el proceso de diseño y creación de sus personajes de ficción más malvados o más estúpidos. El escritor se convierte en herramienta de justicia social.
El escritor como justiciero social |
necesidad de justicia social. El autor se convierte en una especie de vengador o justiciero social socialmente aceptado, cuya afilada arma compuesta de palabras no hace sangre más que de los peores elementos de la sociedad.
¿Quién no reconoce en el personaje de una estricta y rígida maestra de escuela o de una institutriz de voluntad inflexible y de gesto inquebrantable, a la maestra de escuela que le tocó vivir, o acaso sobrevivir?
¿Quién no reconoce a alguien conocido en el funcionario absolutamente estúpido y detestablemente racional que retrasa al protagonista y le impide alcanzar al amor de su vida?
¿Quién no siente deseos íntimos y ardientes de justicia contra ese "malo de película" que consigue casi todo lo que se propone para arruinarle la vida al protagonista de una historia? (casi todo menos lo último)
Asunto aparte es que, todos estos personajes, resulten más o menos convenientes para el desarrollo de la historia y, digo más, son casi imprescindibles para marcar y perfilar con absoluta precisión los límites y las distintas tonalidades que debe mostrar una historia. Una caricaturización excesiva de este tipo de personajes le añade un tono de comedia al contexto y le resta efectividad al ajusticiamiento social, ya que reducimos o aliviamos la necesidad social, al infantil y simple gesto de reírse de una caída. Sin embargo, un trazado serio del personaje portador de la justicia social aporta mayor credibilidad a la historia en general y consigue un mayor efecto de justicia en el receptor.
Son muchos los mecanismos que explican y por los que se explica, que las historias más aceptadas socialmente son aquellas que acaban "bien", y éste del escritor justiciero, como vía para calmar la necesidad de justicia social es uno de los más evidentes y diáfanos.
"El escritor justiciero"
Víctor J. Sanz
Una buena descripción justiciera del escritor justiciero y sus personajes.
ResponderEliminarSaludos,
Dácil
Gracias por participar, Dácil
ResponderEliminarSaludos.
A mí me dan miedo estos justicieros. El escritor debe ser muy bueno para que no se le vea el plumero.
ResponderEliminarCuando noto, aunque sea de lejos, ese tufillo a revancha/reivindicación, igual que cuando percibo rasgos autobiográficos, se me estropeó el personaje.
Con todo, llevas razón, y ese tipo de personajes son necesarios, personajes de moral dudosa, con flaquezas e indignidades, personajes que al caer nos hagan sentir que se restablece una cierta justicia.
Es solo que me da repelús la fina línea que separa la justicia de la moralina.
Me quedo con tu concepto de que "un trazado serio del personaje portador de la justicia social aporta mayor credibilidad a la historia en general y consigue un mayor efecto de justicia en el receptor".
Especialmente, en lo que se refiere al "trazado serio".
Gracias por tus consejos. Creo que antes de ponernos a escribir deberíamos recordarlos. Cometeríamos menos errores. Seguro.
Hola Ana, gracias por participar.
ResponderEliminarMe gusta tu comentario y lo comparto. Pero yo al autor no le presupongo voluntad sino un servicio social de justicia del que, si es muy bueno, como tu apuntas, ni siquiera será consciente él mismo.
Has utilizado una palabra que para mí define a muchas de las series TV que se ofertan hoy día, muchas acaban sus capítulos con esa "moralina" a la que te refieres, diciéndonos cómo debemos ser y comportarnos y eso, mire usted, no, eso sí que no. Yo también huyo de ello.
Para finalizar mi agradecimiento por tu comentario final, no me creo merecedor de él, pero prometo trabajar hasta merecerlo.
Un saludo muy cordial
Estoy con Ana J. en que el escritor debe hacer personajes creíbles y que crezcan en el transcurso de la narración.
ResponderEliminarSi los enmoralizamos o envilecemos demasiado dejan de convencer. Los buenos no tienen que ser necesariamente siempre buenos, pueden tener sus flaquezas y ahí es dónde enamoran al lector. A mí por lo menos.
Buena entrada, Víctor.
Hola Towanda, siempre enriqueces este humilde espacio con tus comentarios.
ResponderEliminarTu lo has dicho, la templanza, el término medio, es donde el personaje encuentra su mejor cara. Tanto buenos como malos deben ser un poco más humanos para que resulte creíble la historia en la que están atrapados.
Y nunca falta en la realidad alguien que rallaría lo inapropiado en un contexto literario. Que de todo hay.
Gracias por participar.
Gracias Víctor por tus consejos y tu punto de vista.
ResponderEliminar¡Existen tantas cosas que el escritor debe de tener en cuenta a la hora de escribir!
Si duda no es tarea sencilla.
Interesante debate. Cuántas veces uno ha intentado evitar esa posible reacción contraria del lector que podría causar una excesiva carga de tintas en un sentido o en otro... Y sin embargo, cuántas veces la realidad -al menos la que cuentan los medios de comunicación- viene a confirmar que la realidad supera a la ficción -en ambos sentidos-.
ResponderEliminarY aunque siempre parezca más creíble un personaje con suficientes matices, a veces leyendo periódicos pienso que si metiera a tal o cual protagonista en una novela nadie se la creería.
La realidad es una maestra muy difícil de emular por la imaginación. Y los seres humanos reales, Amando, son tremendamente difíciles de embutir en la piel de un personaje de una novela, casi siempre resultan fotocopias descoloridas de la realidad.
ResponderEliminarSaludos y gracias por participar.