Nacer con
cuarenta y tres años me aportó una inusitada madurez que hube de hacer valer
nada más asomar por entre las piernas de mi madre. Yo, que ya había leído a Gil
de Biedma, conocía las dimensiones de este teatro que es la vida y raudo, di
las buenas tardes con timidez, afanándome por parecer educado. Mi madre me
aceptó sin reservas, mas mi padre, algo celoso, insistió en ver mi cartilla de
la mili antes de otorgarme el apellido. Corrían tiempos de bonanza y, apenas
nos acostumbramos a sostener el trabajoso triángulo escaleno de nuestra vida en
común, mi madre anunció que tendría un hermanito. Así es que —aunque pensándolo
bien, nunca se sabía— comencé a hacerme a la desagradable idea de dejar de ser
el pequeñín de la familia.
Texto: Mikel Aboitiz
Excelente micro! Una idea bien ocurrente que te deja reflexionando sobre las "curiosas relaciones interpersonales" ;-) Eso del "trabajo triángulo escaleno de nuestra vida en común" me parece una genialidad.
ResponderEliminarMuy bueno! Saludos desde Buenos Aires!
Me parece un micro fantástico. El texto es una joyita.
ResponderEliminarBesos, Mikel