Pablo Neruda recibiendo el Premio Nobel de Literatura |
Neftalí Reyes (1904 – 1973), más conocido como Pablo Neruda, es considerado uno de los poetas latinoamericanos más importantes del siglo XX.
Nacido en Chile en la pequeña ciudad de Parral, fue criado en el seno de una familia humilde y comenzó su carrera literaria participando en pequeños concursos literarios dentro de su región y colaborando en algunas revistas literarias de la época. Es a partir de este periodo, donde decide utilizar el seudónimo de Pablo Neruda, para evitar incomodar a su padre, quien era contrario a los intereses literarios de su hijo.
En 1924 le llegaría uno de sus grandes éxitos al publicar el poemario “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, que se ha convertido en todo un clásico de la poesía. A partir del año 1927, inicia su carrera diplomática, que lo llevaría a recorrer casi todo el mundo.
En el año 1971, dos años antes de su muerte,
recibe el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el segundo chileno en conseguirlo luego de la poetisa Gabriela Mistral, quien lo había obtenido en el año 1945. En su libro póstumo titulado “Confieso que he vivido” relata algunas anécdotas relacionadas con este importante reconocimiento, que me parecen interesantes de rescatar y que involucran a otros grandes de la literatura mundial.
“La verdad es que todo escritor de este planeta llamado Tierra quiere alcanzar alguna vez el Premio Nobel, incluso los que no lo dicen y también los que lo niegan.
En América Latina, especialmente, los países tienen sus candidatos, planifican sus campañas, diseñan su estrategia. Esta ha perdido a algunos que merecieron recibirlo.
Tal es el caso de Rómulo Gallegos. Su obra es grande y decorosa. Pero Venezuela es el país del petróleo, es decir el país de la plata, y por esa vía se propuso conseguírselo. Designó un embajador en Suecia que se fijó como suprema meta la obtención del premio para Gallegos. Prodigaba las invitaciones a comer; publicaba las obras de los académicos suecos en español, en imprentas del propio Estocolmo, todo lo cual ha debido parecer excesivo a los susceptibles y reservados académicos. Nunca se enteró Rómulo Gallegos de que la inmoderada eficacia de un embajador venezolano fue, tal vez, la circunstancia que lo privó de recibir un título literario que tanto merecía.
En París me contaron en cierta ocasión una historia triste ribeteada de humor cruel. En esta oportunidad se trataba de Paul Valéry. Su nombre se rumoreaba y se imprimía en Francia como el más firme candidato al Premio Nobel de aquel año. La misma mañana en que se discutía el veredicto en Estocolmo, buscando apaciguar el nerviosismo que le producía la inmediata noticia, Valéry salió muy temprano de su casa de campo, acompañado de su bastón y su perro.
Volvió de la excursión al mediodía, a la hora del almuerzo. Apenas abrió la puerta, preguntó a la secretaria:
—¿Hay alguna llamada telefónica?
Nacido en Chile en la pequeña ciudad de Parral, fue criado en el seno de una familia humilde y comenzó su carrera literaria participando en pequeños concursos literarios dentro de su región y colaborando en algunas revistas literarias de la época. Es a partir de este periodo, donde decide utilizar el seudónimo de Pablo Neruda, para evitar incomodar a su padre, quien era contrario a los intereses literarios de su hijo.
En 1924 le llegaría uno de sus grandes éxitos al publicar el poemario “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, que se ha convertido en todo un clásico de la poesía. A partir del año 1927, inicia su carrera diplomática, que lo llevaría a recorrer casi todo el mundo.
En el año 1971, dos años antes de su muerte,
recibe el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el segundo chileno en conseguirlo luego de la poetisa Gabriela Mistral, quien lo había obtenido en el año 1945. En su libro póstumo titulado “Confieso que he vivido” relata algunas anécdotas relacionadas con este importante reconocimiento, que me parecen interesantes de rescatar y que involucran a otros grandes de la literatura mundial.
“La verdad es que todo escritor de este planeta llamado Tierra quiere alcanzar alguna vez el Premio Nobel, incluso los que no lo dicen y también los que lo niegan.
En América Latina, especialmente, los países tienen sus candidatos, planifican sus campañas, diseñan su estrategia. Esta ha perdido a algunos que merecieron recibirlo.
Tal es el caso de Rómulo Gallegos. Su obra es grande y decorosa. Pero Venezuela es el país del petróleo, es decir el país de la plata, y por esa vía se propuso conseguírselo. Designó un embajador en Suecia que se fijó como suprema meta la obtención del premio para Gallegos. Prodigaba las invitaciones a comer; publicaba las obras de los académicos suecos en español, en imprentas del propio Estocolmo, todo lo cual ha debido parecer excesivo a los susceptibles y reservados académicos. Nunca se enteró Rómulo Gallegos de que la inmoderada eficacia de un embajador venezolano fue, tal vez, la circunstancia que lo privó de recibir un título literario que tanto merecía.
En París me contaron en cierta ocasión una historia triste ribeteada de humor cruel. En esta oportunidad se trataba de Paul Valéry. Su nombre se rumoreaba y se imprimía en Francia como el más firme candidato al Premio Nobel de aquel año. La misma mañana en que se discutía el veredicto en Estocolmo, buscando apaciguar el nerviosismo que le producía la inmediata noticia, Valéry salió muy temprano de su casa de campo, acompañado de su bastón y su perro.
Volvió de la excursión al mediodía, a la hora del almuerzo. Apenas abrió la puerta, preguntó a la secretaria:
—¿Hay alguna llamada telefónica?
—Sí, señor. Hace pocos minutos lo llamaron de Estocolmo.
—¿Qué noticia le dieron? —dijo, ya manifestando abiertamente su emoción.
—Era una periodista sueca que quería saber su opinión sobre el movimiento emancipador de las mujeres.
El propio Valéry refería la anécdota con cierta ironía. Y la verdad es que tan grande poeta, tan impecable escritor, jamás obtuvo el valioso premio.
Por lo que a mí concierne, deben reconocerme que fui muy precavido.
Desde que supe que mi nombre se mencionaba (y se mencionó no sé cuántas veces) como candidato, decidí no volver a Suecia, país que me atrajo desde muchacho, cuando con Tomás Lago, nos erigimos en discípulos auténticos de un pastor excomulgado y borrachín llamado Gosta Berling. Además, estaba aburrido de ser mencionado cada año, sin que las cosas fueran más lejos. Ya me parecía irritante ver aparecer mi nombre en las competencias anuales, como si yo fuera un caballo de carrera. Por otro lado los chilenos, literarios o populares, se consideraban agredidos por la indiferencia de la academia sueca. Era una situación que colindaba peligrosamente con lo ridículo.
Finalmente, como todo el mundo lo sabe, me dieron el Premio Nobel, cuando yo me encontraba en Paris, en 1971, recién llegado a cumplir mis tareas de embajador de Chile”.
Pablo Neruda (Chile, 1904-1973)
El propio Valéry refería la anécdota con cierta ironía. Y la verdad es que tan grande poeta, tan impecable escritor, jamás obtuvo el valioso premio.
Por lo que a mí concierne, deben reconocerme que fui muy precavido.
Desde que supe que mi nombre se mencionaba (y se mencionó no sé cuántas veces) como candidato, decidí no volver a Suecia, país que me atrajo desde muchacho, cuando con Tomás Lago, nos erigimos en discípulos auténticos de un pastor excomulgado y borrachín llamado Gosta Berling. Además, estaba aburrido de ser mencionado cada año, sin que las cosas fueran más lejos. Ya me parecía irritante ver aparecer mi nombre en las competencias anuales, como si yo fuera un caballo de carrera. Por otro lado los chilenos, literarios o populares, se consideraban agredidos por la indiferencia de la academia sueca. Era una situación que colindaba peligrosamente con lo ridículo.
Finalmente, como todo el mundo lo sabe, me dieron el Premio Nobel, cuando yo me encontraba en Paris, en 1971, recién llegado a cumplir mis tareas de embajador de Chile”.
Pablo Neruda (Chile, 1904-1973)
La nómina de nóbeles que 'debieron' ser y no fueron, es más amplia que la de los que debieron ser y fueron.
ResponderEliminarNo me refiero al caso de Neruda, quien sin duda es merecidísimo y quizá debió obtenerlo antes.
Sin embargo, Natán este texto suena un poco a justificación. No tengo nada en contra de Neruda. Es más "Veinte poemas de amor", "Residencia en la tierra" y "Canto general" me parecen obras capitales en la poesía en español de todos los tiempos.
Sin duda Amando, por eso me parece interesante este texto porque Neruda, si bien lo escribe a modo de anécdota, saca a relucir a través de ellas el ego bastante fuerte que tenía.
ResponderEliminarY en todo caso, tal como señalas, era muy merecido el premio por su gran obra poética.
Saludos
No puedo juzgar la poesía de Neruda, no es un género que domine y que practique.
ResponderEliminarLo que no sabía es que se llamara Neftalí Reyes. Y como la curiosidad mata al gato, me he puesto a investigar. Pensaba que era por un aspecto comercial y que en esa época ya existía el marketing literario.
Parece ser que el ejercicio de las letras y de las artes en ese tiempo no era nada fácil, puesto a todo lo que acarreaba como no tener un buen sustento porque no era un trabajo remunerado y también era juzgado por muchos. Su gran maestra fue la poeta chilena Gabriela Mistral, primer Premio Nobel de las letras, quien tampoco se llamaba así, sino Lucila Godoy Alcayaga.
Las razones para el cambio de nombre son múltiples. En el caso de Neruda, él mismo lo explica:
Recuerdo que a mi padre le molestaba mucho que yo escribiera, porque él pensaba que eso de escribir llevaría a la destrucción de la familia y de mi persona y que me llevaría a la inutilidad más completa. Él tenía su razón doméstica para hacerlo, razón que no pesó en mí, en mi vocación. Y una de las primeras medidas que adopté fue la de cambiarme de nombre.
Neruda era el apellido del poeta y cuentista checo Jan Neruda. El Pablo, al parecer, fue un homenaje al poeta francés Paul Verlaine, el gran maestro de Rubén Darío y del modernismo.
Vaya, FranCo, cuando te pones, te pones...
ResponderEliminarEn cuestión de premios soy bastante escéptica pero qué duda cabe de que los Nobel son unos premios que quién los pillara... digo... que aunque no siempre se otorguen al más merecedor (¿quién podría asegurar al cien por cien que alguien es merecedor de algo?), suelen galardonar a escritores de peso.
Me ha encantado conocer algunos detalles personales de Neruda. Gracias, Natán (y FranCo).
Así es Franco, sin duda era una época dificil para ser artista y mas aún en un país tradicionalista como Chile.
ResponderEliminarCon Gabriela Mistral tuvo una bonita relación que incluso la comenta en su autobiografía.
Saludos y gracias por el aporte a la columna
Gracias a ti Ana por tu comentario y me alegro que te gustara la columna.
ResponderEliminarSaludos
Fijate, Natan, que prefiero Neruda a Valéry. Descubrí hace poco su poema 15, conocía su Canto general en la versión de Theodorakis. Creo que su poesía soportó mejor el paso de los años. Después de unas decadas hubiera que decernar de nuevo (o quitar) los premios.
ResponderEliminarSaludos.
El reconocimiento con el nobel para unos, y otros tantos, iguales o mejores, dejados fuera. La gloria es cuestión también de estrella, está claro, pues hay quienes nacen estrellados.
ResponderEliminarLos poemas de Neruda me son inolvidables.
Ha sido un placer leer y reflexionar los comentarios con ustedes.
Gracias, Natán.
Abrazos,
Dácil