El suelo está frío, las paredes húmedas, el día oscuro, el silencio aplasta y las horas sornaguean el ocaso.
No hay hambre ni sed, la nada es una marabunta que grita rugidos negros.
Suspiro y el aire sale por mi boca abierta, caliente. Es lo único que produce calor en mi entorno.
Mis manos enlazadas en el pecho, los dientes chirrían, tiritan de miedo. Estoy paralizado. Miro hacia un lado, voces lejanas, veloces. Miro hacía el otro, nadie, solo máquinas. Tengo ganas de gritar, no me oigo. Lloro sin gemidos, las lágrimas caen lentas en los oídos y encharcan lo poco que queda, mis manos siguen pegadas, no puedo secarme la desolación.
Un mosquito da vueltas alrededor de la luz mortecina, merodea desde la lámpara a mi cuello, se estrella, se carboniza. En mi cabeza sucede lo mismo, vueltas y más vueltas que terminan carbonizando las neuronas, las que quedan, los cables se fundieron en la caída.
¿Será la muerte que me acecha?
Mi hijo se acerca, me seca las lágrimas y me susurra: te quiero.
No puedo morir.
Texto: Inma Vinuesa
Narración: La Voz Silenciosa
Extraordinario texto con la marca inconfundible de Inma. Los primeros párrafos, con ese toque lírico, acentúa esa imagen de desolación, para terminar con ese final más emotivo que aterrador.
ResponderEliminarIMPRESIONANTE.
ResponderEliminar(Incluyo el sonarguear costarricense que nos regalas, con ese giro lírico a un verbo tan concreto y tan material)
Me llama la atención -ya lo ha señalado Marcos- el proceso que va desde lo lírico a lo emotivo.
Creo, o así lo leo al menos, que la clave es esta pequeña frase: "Miro hacia el otro lado, nadie, solo máquinas." O sea, a pesar de la belleza que la naturaleza nos regala, este tipo de civilización nos conduce al borde del precipicio de la muerte, sólo el amor nos salva.
Gracias, por este texto.
Tienes una especial habilidad para transmitirnos emociones, Inma. No es la primera vez que lo haces. Nos llevas hasta donde quieres llevarnos, subiendo el nivel de angustia para luego dejarnos ese alivio en forma de susurro. Juegas con nosotros a tu capricho, escritora. Enhorabuena. Muy buen texto.
ResponderEliminarCúanto puede hacer un "te quiero"
ResponderEliminarSensacional!
Un abrazo
"Te quiero", dos palabras tan poderosas que mitigan cualquier "borde de precipicio"
ResponderEliminarRemate eficaz para un camino de desolación.
Muchísimas gracias Marcos, Amando, Miguel Ángel, Aniagua, Francisco. Gracias por hacer que me sienta siempre acogida.
ResponderEliminarMe ha sobrecogido el miedo, esa desolación que destila y que, según tus propias palabras, no puede secarse.
ResponderEliminarEl mundo que se tambalea al contemplar el final.
¿Al final lo salvará el amor?
Impresionante!
Demostrar amor a alguien puede cambiar totalmente su perspectiva ante la vida.
ResponderEliminarPor qué será que constantemente olvidamos decirle a los demas cuanto los amamos?
Gracias Ana, el amor a un hijo es una de las razones más potentes para seguir viviendo.
ResponderEliminarMaría tienes razón en lo que dices. Y nos cuesta menos de un segundo decir te quiero con lo milagrosas que son estas dos palabras. Gracias
ResponderEliminarUna narración a la altura del texto.
ResponderEliminarFelicidades
Uf, espeluznante la sensación de la muerte.
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