Guy de Maupassant |
Los enemigos del escritor son muchos, y no habitan en lejanas montañas o en oscuras y húmedas cuevas, ni siquiera en los despachos de Hacienda, hablamos de enemigos del escritor normal y corriente, que somos la mayoría. De entre todos esos enemigos, hoy hablaremos de 6 de los más corrientes:
1.- La inspiración ha perdido mi tarjeta de visita. Te pones a escribir y, después de llenar un par de papeleras, te das cuenta de que hoy no te salen las cosas. Decides ponerte una copa y asomarte a la ventana, a ver si viene la inspiración camino de tu casa. Resulta que la inspiración perdió tu tarjeta de visita y no encuentra tu casa. Resignado, crees que lo mejor es seguir intentándolo, estás convencido de que bien pudiera ser “escritor” el superlativo de “tozudo”. Cuando entras en calor, y has llenado varios folios, llaman a la puerta, pero sigues trabajando. Vuelven a llamar pero, ¡cómo lo vas a dejar ahora que todas las piezas encima de tu mesa parecen un todo!, ni se te ocurra levantarte. Nunca sabrás quien llamaba a tu puerta, puede incluso que fuera la inspiración, pero no pudiste atenderla porque estabas trabajando. ¡Bien hecho!
2.- El juego de las comas ocultas. Algunos escritores
se toman muy a pecho el objetivo de asfixiar a sus lectores quitándoles todas las comas que la lógica les obligaría a poner en su texto. El resultado es un entramado mortal de frases más largas que la capacidad pulmonar del lector medio, lo que convierte a un texto en un arma de destrucción masiva en potencia. No se puede exigir al lector que, para leer nuestro texto, se prepare físicamente como para una prueba olímpica. Otra versión de este malvado juego consiste sembrar profusamente de comas un texto, como si pretendiéramos la mejor de las cosechas. Esto puede provocar hiperventilación en algunos lectores sensibles y, en casos extremos, puede hacerlos entrar en coma. Un ritmo natural y bien puntuado hará de nuestro texto algo apreciable y susceptible de ser bien puntuado, a su vez, por el lector. Los signos de puntuación son uno de los más afilados enemigos del escritor, tanto por exceso como por defecto.
3.- La palabra impuntual. Dice Guy de Maupassant: “Cualquiera que sea la cosa que se quiere decir, solo hay una palabra para expresarla, un verbo para animarla y una adjetivo para calificarla. Hace falta, por lo tanto, buscar hasta encontrar esa palabra, ese verbo y ese adjetivo; y no conformarse nunca con un casi, ni recurrir nunca a una superchería o a un juego de palabras para evitar la dificultad.” Es decir, si la palabra que necesitamos no llega puntual a su cita con nuestro texto, no nos impacientemos tomando la primera que se le parezca, porque, como dice Maupassant solo hay una. Dejemos el texto a falta de esa palabra y sigamos. Finalmente, cuando esa palabra llegue, nos daremos cuenta de que llega a su hora, ni antes ni después, sino justo a su hora; así son las palabras exactas.
4.- El nuevo rico. Acabas de darte un atracón de diccionario, has descubierto un montón de palabras que desconocías total o parcialmente o que, simplemente, habías olvidado por desuso. Estás ansioso por utilizarlas, por utilizarlas todas, todas en el mismo texto, texto con el que atosigarás al primero que se te cruce. Error. Otra vez la impaciencia, en una de sus múltiples caras, se ceba contigo. Por ejemplo: la inmensa mayoría de las veces un solo adjetivo suele ser suficiente para describir un objeto, un sentimiento, un color…; un segundo adjetivo suele NO aportar nada en absoluto a la imagen que se quiere crear. Justo es decir que el poeta no se ve amenazado por este enemigo.
Stephen King |
5.- El adverbio ‘incómodamente invitado’. A la manera de Stephen King o, dicho de otro modo, StephenKingmente, el uso y abuso de los adverbios suele convertir un texto en poco apetecible, aportándole un toque de formalidad que aleja toda posibilidad de llegar a lo más hondo del lector. Por lo tanto, a menos que se esté redactando un ensayo científico y no se pretenda alcanzar lo más hondo del lector, utilizarlos sin medida es un grave error. Como dice King, evita el adverbio siempre que puedas y, cuando no sea posible evitarlo, evítalo de todas formas.
6.- El jardín ajeno. El jardín ajeno es, tal vez uno de los más sibilinos enemigos del escritor. Si vas a meterte en un jardín, que sea un jardín conocido, un jardín amigo que no esconda peligros inesperados de los que, a buen seguro, no saldrás indemne. Escribe sobre lo que sabes, pero si con todo, te ves escribiendo sobre algo que no conoces, conócelo antes de seguir. Documéntate, infórmate, examina el terreno, habla con personas relacionadas con ese jardín…, porque de lo contrario es seguro que el lector sabrá, tarde o temprano, que ni te documentas, ni te informas, ni examinas lo que haces y pensará, con razón, que no le aportarás nada de interés con tu texto.
6 enemigos del escritor
Artículo: Victor J. Sanz
Artículo: Victor J. Sanz
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