Dicen que por unos días la luna brillará intensa allá arriba en el profundo y difuso firmamento, dijo la mujer con un faldón púrpura y un pequeño sombrero semejante a un nido de gorriones en el lecho de un elegante recogido, con mechones en tirabuzones a los lados de su rostro..., quizá eso era trascendental, quizás si; sin embargo la otra mujer y un señor que se encontraba también en el mismo café, asintieron con la cabeza con una cierta convicción, era evidente que una luna brillara intensa allá arriba, si eso era; de modo que asintieron, y, la primera mujer quedó satisfecha porque semejante discurrir no había sido en vano...,
Fuera, en la avenida, los kioscos desplegaban sus alas y en ellas pendían las noticias de la guerra o de las guerras, o de aquella famosa actriz que acababa de fallecer; o los altibajos de la economía del país. Todo eso no era más que un Réquiem que acaparaba toda la triste música dentro de las hojas impresas, pendían, pendían, si, en sus alas desplegadas...,
Los coches y los autobuses rodaban incesantes arriba y abajo; las tiendas con sus carteles de ofertas, insinuantes, y con ánimos de aprehender los primeros ojos que mirasen detrás de la vidriera, parecían parterres adornados de los más bellos geranios, o lirios..., Cada cual entonces con su ejército de ideas dentro de sus cabezas, ejércitos de pensamientos; como por ejemplo el de la señora que anduvo varios días en el borde del malecón algo dubitativa, algo distante de aquella maroma de imágenes, de aquel inmenso carrusel, si, dubitativa, escogiendo una cosa u otra, decidiendo qué sería lo mejor para ella, ahora dejarse caer desde lo alto y cerrar los ojos y no ver otra cosa que un bosque hermoso con un colchón de plumas delicadas, olorosas, eso probablemente sería una buena decisión; por otra parte los convencionalismos frenaban el querer dormir en ese colchón de plumas..., de modo que sin pensarlo dejó que la marea que fluía desde su interior la arrastrar! a...,
En el viejo café crecía aquella luna, crecía , crecía...la señora la hacía crecer cada vez que hablaba de ella; de modo que el Olimpo giraba y giraba en torno a ellos, en torno a esa mesa donde lo trascendental era que la luna brillaría más y más en los próximos días...,
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