Desayuno. He lustrado los zapatos negros y voy en busca del único traje que tengo, uno negro. Abro el cajón de la mesilla, la recojo y pongo en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, junto a la carta.
La cita es a las doce en punto. Me acerco hasta un mostrador. ¿El director? Tengo cita con él, he recibido una carta, véala —digo mostrándola. Pase. Detrás de una mesa veo a un hombre orondo. Pregunto, ¿firmó usted esta carta? Supongo que como todas. Saco la pistola, le apunto y digo, Vaya hasta la ventana y ábrala. Lo hace asustado. Ahora súbase al poyato y láncese al vacío ¿o prefiere un disparo? ¿Por qué? Mi mujer murió hace dos años, ya no nos hace falta la asignación que pedimos hace tres y ahora autoriza.
Se lanza, espero verle morir. Ahora saltaré yo.
Se lanza, espero verle morir. Ahora saltaré yo.
Texto: Anxo do Rego
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