Sin gafas, atrapo su guiño a través del escaparate. Y eso que está al fondo, en la última mesa. Acompañada de un plato, rebañado, con trozos de migas. La veo desnuda mostrándome todos sus secretos. Y vuelvo a revolcarme entre mis pesadillas.
Paseo, pisando mis huellas sin mirarlas. Y atravieso el local, hasta sentarme a su lado. Caen mis ojos con cuidado y ciego a mi entorno y a mi vergüenza. Refresco mi memoria y me atrevo a repetir mi pasado.
Nervioso y decidido, rodeo con mis dedos arrugados por la amnesia obligada de estas sensaciones su cuello. Fresco, terso, aprieto con fuerza. Son sus labios húmedos los que atrapan los míos resecos. Estiro mi columna para atrapar su jugo con desesperación, que me abrasa helado.
Paseo, vacío, otra vez. La olvido, de nuevo, vacía.
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