27 abril, 2020

MicrosConfinamiento: día 27

¿Te animas a escribir una historia a partir de esta imagen?

El aplauso de las 8. 

 


 
El título no podía ser otro que "Abril de 2020" 

Una fecha que nadie olvidará. 

  

Los mejores microrrelatos formaran parte de la edición de un libro en papel de los MicrosConfinamiento.

 

Estamos tejiendo en "una distancia muy cercana" una comunidad que vive un hecho sin precedentes y que nos unirá para siempre en un libro en el que quedarán impregnadas nuestras reflexiones y lo que estamos sintiendo confinados.

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12 comentarios:

  1. Me recuerdan a las palomas de la paz.

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  2. La cortina echada me dejaba ver su silueta. Las ventanas de par en par, podía subir. Aquel día, cerraron la persiana.

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  3. Aplaudamos todos, a los profesionales que mantuvieron su preocupación por la vida en tiempo de pandemia.
    Aplaudamos con honestidad, un dos tres, lealtad, cuatro cinco seis, humildad. Siete ocho nueve, fe.
    Pero aplaudamos sin cansarnos, que nosotros... nos hemos quedado en casa.

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  4. El aplauso de las ocho convirtió a las ventanas en lugares solidarios llenos de esperanza. Aplaudiendo matábamos el miedo.

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  5. Como gloriosa acción, el aplauso de las ocho, recorrió todos los rincones del país, conviertiéndose en algo tan nuestro que, ya lo llamábamos coronaplauso. Cada día, a las ocho menos diez de la tarde, ya empezaba a sonar el "resistiré" en la mayoría de domicilios de la ciudad, dándo aviso de que se acercaba la hora del aplauso. Todo el vencindario, salía a aplaudir y dar ánimos a los sanitarios, niñ@s, autónomos, etc.desde sus balcones, ventanas y terrazas. A continuación daban comienzo a un conjunto de nuevos artistas. Desde cantantes, a monologuistas, pasando incluso por monitores de fitness y así poder hacer más ameno nuestro encierro masivo.

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  6. La cita de las ocho no me la podía perder. Como pájaros enjaulados dábamos rienda suelta a nuestras emociones en un concierto de trinos acompasados. Gratitud, resignación, miedo, ... eran los acordes melodiosos.

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  7. Otra vez los vecinos aplaudían y siempre cuando emitían su programa favorito. La impotencia lo enfureció.
    —¡Maldito virus!— Gritó. Se levantó de su butaca y quebrantó el 5 mandamiento. Cogió su viejo rifle y empezó a disparar desde su balcón.

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  8. Los primeros días reconozco que me emocionaban esos aplausos de las ocho de la tarde, me unía a ellos con las ganas de transmitir mi fuerza y mi ánimo a los compañer@s de todos los hospitales, sobre todo quería llegar a los compañer@s de los hospitales de las ciudades más afectadas por este maldito virus, llegar a los que estan en las trincheras más duras, dándolo todo en sus batallas, poniendo sus vidas en juego para salvar las vidas de otros, las de los más vulnerables en ésta, y en otras batallas que les ha tocado librar a lo largo de su vida. Reconozco que al principio me conmovía con los aplausos, pero día a día, descubrí que los aplausos son muchas veces una fachada, un postureo que te libera la conciencia, para después actuar con impunidad y egoísmo el resto del día, al fin y al cabo ya eres buen ciudadano aplaudiendo cada día a las ocho de la tarde. Reconozco que hay días que no salgo a la ventana, que no puedo. Sin embargo otros días, la mayoría, salgo y pienso que todos unidos podremos, que saldremos más fuertes y que sabremos valorar más que nunca la belleza que la vida nos ofrece.

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  9. 20:00. Palmas que se desdoblan en cada ventana en disonancia con esa canción que parece hacernos más seguros en plena batalla contra la incertidumbre.
    20:01. Los regazados se suman al impulso de lo desconocido.
    20:02. Saludos atrapados tras el cristal de casa, mientras se apaga el clamor oculto del que aplaude para inyectar energía al mundo.

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  10. Se me creó un dilema cuando salí a aplaudir la labor de todo el personal sanitario. A mí no me veía ni me oía nadie. Había visto imágenes de gente en las ventanas aplaudiendo, ellos se veían y aquel gesto colectivo cobraba sentido. A pesar de todo salí y aplaudí. Lo oí yo solo.

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  11. A la hora señalada. La casa era absorbida hacia la ventana. La solidaridad y el agradecimiento se volvían aplausos. El yo se volvía plural y el mundo un común universal. Ahora, ya en la noche, se escucha el aire que quedó entre las palmas.

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