–Sabes a menta –Pasó la lengua por sus labios entreabiertos, recogiendo las últimas gotas de sudor.
–Y a caviar –Depositó minúsculos besos por el contorno del mentón hasta alcanzar el hueco bajo el lóbulo de la oreja–. Y a chocolate amargo…
Su aliento le provocaba húmedos escalofríos, alargó la mano hasta su cuello para asegurar que permanecía ahí.
–¿Y a qué más? –susurró.
–A regaliz y a tabaco.
Guió la mano libre a través de la espalda hasta depositarla en sus nalgas, ajustando su cuerpo al de él, hasta sentir que apenas podía respirar o moverse sin que formase parte de sí misma.
–¿Y a qué más?
Pero no obtuvo más respuesta que gustar su propio sabor en los labios, fundido con el de su amante.
Olvidó en un segundo qué respuesta deseaba oír, o si realmente deseaba una. Mordió sus labios, luchó con su lengua hasta sentir que se disolvía en su boca.
Permitió que las manos que moldeaban su cuerpo dejaran su impronta hasta sentir dolor, ávida de prolongar el contacto, suplicando internamente que la sensación que provocaban no terminara jamás, que su recuerdo quedase tatuado para siempre en su memoria, impresas esas manos en lo más profundo de su alma.
¿A estas horas, un sábado...?
ResponderEliminarPor Dios, Ana, no me hagas esto
¡Precioso!
Ay Ana, "Me desordeno, amor, me desordeno" como el poema de Chely Lima y hasta he recuperado algunos relatos parecidos, que estaban también desordenados. Sin palabras, muy hermoso, querida.
ResponderEliminarTatuado también me queda este texto maravillo... Gracias
ResponderEliminarQueridísima Ana te dejas caer poco últimamente con tus textos, pero cuando lo haces lo llenas todo con tu arte. Bueno muy bueno el sabor y el olor y la forma y el fondo.
ResponderEliminarQué mejor forma de empezar un fin de semana, Amando?
ResponderEliminarMe desordeno... qué sugerente, Isolda! Qué bueno que te lo haya recordado!
Cuánto me alegro de que te haya gustado, Dácil!
Inma, ya sabes que soy una glotona sibarita...
Muchas gracias por apreciarlo, Inma, Dácil, Isolda, Amando. Vuestra opinión me hace tener más ganas aún de seguir escribiendo.
Te echaba de menos, Ana. Por lo que veo no soy el único. No puedes dejar a tanto fan por ahí, ávido de tus imágenes, sabores y caricias literarias. Aunque, por el sabor de este texto, ha valido la pena esperar. Exquisito.
ResponderEliminarMuchas gracias, Miguel!
ResponderEliminarEs que, a veces, hay que dejar macerar los ingredientes para elaborar un plato suculento.
Un abrazo grande
Cuando escribo un texto, y cada vez que lo leo, siempre tengo algo que corregir, como si lo estuviese limando constntemente para conseguir ese brillo que anhelamos. En tu caso, Ana, como en este texto, todo está en su sitio y cada palabra tiene una función exacta y concreta para tocarnos nuestras fibras de la piel, como si fueras, lo eres, una virtuosa del arpa literario.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marcos.
ResponderEliminarMe emocionas con tus palabras. Mucho.
Un abrazo grande
Maravilloso tatuaje, Ana, qué intensidad de sensaciones en una escena. Como siempre, preciosamente literaria.
ResponderEliminarUn beso
Solo soporto los tatuajes en el recuerdo y esos tatuajes de los que hablas no se realizan con henna.
ResponderEliminarTatuajes que si los vives los tendrás de por vida impresos y que si no los has vivido los recreas y los imaginas. Experiencias de las que no te puedes ir de este mundo sin sentir.
Buen texto.
Muchas gracias, Ángeles. Me alegro mucho de que te haya gustado.
ResponderEliminarFranCo, como a ti, son esos tatuajes los que me interesan. Gracias por apreciarlos.
Un abrazo grande a los dos
Mil gracias, José Francisco!
ResponderEliminarJamás pude imaginar que este texto sonaría de una forma tan íntima.
Me ha emocionado escucharlo.
Un abrazo grande