Esta es la noche. Contempla su figura en el espejo, la imagen le satisface, la chaqueta bien ajustada, el pantalón gris que se acopla a sus piernas a la perfección, el pañuelo al cuello y el chambergo tanguero ligeramente ladeado, dejando caer apenas una sombra sobre su oscura mirada.
Es un hombre dispuesto a la conquista de su amor, quizás hoy sea posible el prodigio.
Sale a la calle, las manos medio ocultas en los bolsillos de la chaqueta, al pisar el asfalto su cuerpo inicia de una manera inconsciente el cadencioso movimiento de caderas de un compadrito.
Ella ilumina las calles que lo conducen a su cita mensual, hoy está espléndida con una claridad que hacia tiempo que no mostraba.
Ahí está su placita, el lugar de su declaración de amor. No hay farolas, no es necesario, su hermosa obsesión alumbra todo en el pequeño círculo que es su escenario.
Se coloca en el centro, durante unos segundos
permanece inmóvil, la melodía se acerca y llena su interior, sólo él puede oírla y el tango se inicia, el torso inmóvil, los pies empiezan a moverse, los brazos se levantan, en un claro gesto de abrazo sensual a una pareja invisible.
En el silencio de su mente, se deslizan mágicamente las estrofas.
“Acaricia mi ensueño
el suave murmullo de tu suspirar,
¡como ríe la vida
si tus ojos negros me quieren mirar!
Y si es mío el amparo
de tu risa leve que es como un cantar,
ella aquieta mi herida,
¡todo, todo se olvida…!
Sí, sabe que es una buena elección, su esquiva amante hoy tendrá que bajar y dejarse llevar entre sus brazos.
Se desliza con fiereza por la coqueta plaza, con destreza va resolviendo cortes, quebradas y firuletes, sintiendo dentro de sí todas las palabras de la canción.
“El día que me quieras
la rosa que engalana
se vestirá de fiesta…”
Es un hombre dispuesto a la conquista de su amor, quizás hoy sea posible el prodigio.
Sale a la calle, las manos medio ocultas en los bolsillos de la chaqueta, al pisar el asfalto su cuerpo inicia de una manera inconsciente el cadencioso movimiento de caderas de un compadrito.
Ella ilumina las calles que lo conducen a su cita mensual, hoy está espléndida con una claridad que hacia tiempo que no mostraba.
Ahí está su placita, el lugar de su declaración de amor. No hay farolas, no es necesario, su hermosa obsesión alumbra todo en el pequeño círculo que es su escenario.
Se coloca en el centro, durante unos segundos
permanece inmóvil, la melodía se acerca y llena su interior, sólo él puede oírla y el tango se inicia, el torso inmóvil, los pies empiezan a moverse, los brazos se levantan, en un claro gesto de abrazo sensual a una pareja invisible.
En el silencio de su mente, se deslizan mágicamente las estrofas.
“Acaricia mi ensueño
el suave murmullo de tu suspirar,
¡como ríe la vida
si tus ojos negros me quieren mirar!
Y si es mío el amparo
de tu risa leve que es como un cantar,
ella aquieta mi herida,
¡todo, todo se olvida…!
Sí, sabe que es una buena elección, su esquiva amante hoy tendrá que bajar y dejarse llevar entre sus brazos.
Se desliza con fiereza por la coqueta plaza, con destreza va resolviendo cortes, quebradas y firuletes, sintiendo dentro de sí todas las palabras de la canción.
“El día que me quieras
la rosa que engalana
se vestirá de fiesta…”
Los balcones son mudos testigos de sus sensuales movimientos, ni una sola luz se enciende en las ventanas.
Apoyada en la baranda de su mirador Flora contempla el silencioso baile del hombre, no pierde ninguno de los movimientos. Sus ojos nostálgicos siguen con avidez cada uno de los gestos del personaje, de forma imperceptible su cuerpo parece acompañar el ritmo, sus viejos huesos protestan, está varada como una sirena en espera del milagro que cada luna llena se produce. Ilusionada por el regalo que la noche le entrega.
Más alejada, en el ventanal de la esquina, María se esconde tras las cortinas, sabe que la oscuridad impide que nadie pueda saber que está ahí, hace tiempo que se refugió en la soledad, nadie volvería a hacerle daño, no padecería el dolor del desengaño. Observa al bailarín, no puede evitar sentirse conmovida por ese derroche de pasión sin mesura que se despliega ante su mirada. Todos los meses espera impaciente la actuación, las noches de luna llena él acude puntual y ella durante el tiempo en que se produce este milagro de entrega, vive la emoción de un amor que ha renunciado a conocer.
Agarrando los barrotes con sus pequeñas manos, Victoria mantiene sus ojos abiertos, maravillada sin perder detalle de la coreografía fantástica que se desarrolla en la plaza, sueña con los príncipes que llegaran a su vida, quizás le ofrezcan como este danzarín el baile que dibuje durante toda su vida una sonrisa en sus labios.
Orlando, ajeno a las espectadoras que le observan, baila, sus ojos cerrados, sintiendo entre sus brazos el dulce peso de su amante, las lagrimas de felicidad se deslizan mansas por sus mejillas, esta noche sí, el ensueño está vivo. Su luminosa amante ha danzado en su regazo.
Apoyada en la baranda de su mirador Flora contempla el silencioso baile del hombre, no pierde ninguno de los movimientos. Sus ojos nostálgicos siguen con avidez cada uno de los gestos del personaje, de forma imperceptible su cuerpo parece acompañar el ritmo, sus viejos huesos protestan, está varada como una sirena en espera del milagro que cada luna llena se produce. Ilusionada por el regalo que la noche le entrega.
Más alejada, en el ventanal de la esquina, María se esconde tras las cortinas, sabe que la oscuridad impide que nadie pueda saber que está ahí, hace tiempo que se refugió en la soledad, nadie volvería a hacerle daño, no padecería el dolor del desengaño. Observa al bailarín, no puede evitar sentirse conmovida por ese derroche de pasión sin mesura que se despliega ante su mirada. Todos los meses espera impaciente la actuación, las noches de luna llena él acude puntual y ella durante el tiempo en que se produce este milagro de entrega, vive la emoción de un amor que ha renunciado a conocer.
Agarrando los barrotes con sus pequeñas manos, Victoria mantiene sus ojos abiertos, maravillada sin perder detalle de la coreografía fantástica que se desarrolla en la plaza, sueña con los príncipes que llegaran a su vida, quizás le ofrezcan como este danzarín el baile que dibuje durante toda su vida una sonrisa en sus labios.
Orlando, ajeno a las espectadoras que le observan, baila, sus ojos cerrados, sintiendo entre sus brazos el dulce peso de su amante, las lagrimas de felicidad se deslizan mansas por sus mejillas, esta noche sí, el ensueño está vivo. Su luminosa amante ha danzado en su regazo.
Este texto necesita de su banda musical: aquí se puede escuchar, creo que una de las versiones más auténticas.
ResponderEliminarQué imagen!!!
ResponderEliminarNo me extraña que ellas esperen.
Y qué embrujado está él para dejarse llevar mes a mes y exponerse y entragarse y...
Un beso
Elysa, este relato lleva tu inconfundible sello: Un hombre enamorado de la luna, incapaz de ver el amor que se esconde tras las ventanas. Y unas ventanas llenas de suspiros y admiración que confían en un amor que llegará...y todos felices.
ResponderEliminarGenial ¡. Un beso
Elysa, si eres buena en los micro relatos no digamos en los relatos. Tres mujeres y un enamorado, tres miradas (anciana, mujer, niña) sobre el amor. Felicidades.
ResponderEliminarSi el relato es una maravilla de amor, el montaje y la lectura de La voz invisible lo eleva a esa misma altura de la Luna. Felicidades, Voz y Elisa
ResponderEliminarRomanticismo elevado al cubo. Amores y desamores.
ResponderEliminarMuy bien escrito
Es un relato genial-mente contado por La voz.
ResponderEliminarEnhorabuena Elysa!!!
Besos desde el aire
Un relato maravilloso, lleno de amor y de magia. ¡Ay, esa luna que se entrega a los brazos de un hombre y despierta el amor en cuantas personas saben mirar y sentir! Enhorabuena. Sigue así, Elysa, encantándonos... Un abrazo.
ResponderEliminarPrecioso relato Ely. cada vez me gusta más como escribes.
ResponderEliminarUn besazo.
Que hermosísimo baile tan bello...
ResponderEliminarMe he visto desde la ventana observando en silencio.
Precioso... si, preciosisimo.
Un besito.
Mis parabienea a la autora -talento inmenso el de Elysa- y a la voz, que hace llegar este texto fantástico incluso a aquellos que no lo pueden leer.
ResponderEliminarUn abrazo
Excelente relato, me ha gustado mucho. Un buen relato con un magnifico tempo de lectura.
ResponderEliminar¡Felicidades!
Muchas gracias a todos por vuestra visita.
ResponderEliminarY gracias a La Voz Silenciosa por el regalo que hace al narrarlo con su maravillosa voz.
Besitos
Me quedé con las ganas de saber quién cayó en sus brazos, si Flora o Victoria. Aunque, pensándolo bien, qué más da, dos realizaron sus sueños y los que te hemos leído con ellos.
ResponderEliminarBonito texto. Felicidades.
Uy, se me había pasado este delicioso embrujo del ta guiara enamorado de la luna. Para ella se recompone cada mes y a ella le entrega su danza y su pasión.
ResponderEliminarMientras, desde sus ventanas, ocultadas por desencantos , timidez o ¿Quien puede saberlo? tres mujeres lo observan y participan en su blanco ritual.
Felicidades Elisa. ( hay que ver las vueltas que da el mundo). Ahora vuelvo contigo. Á.