mi absoluto desorden. A mediodía y por la noche como unos menús exquisitos y abundantes que pido por teléfono en el restaurante.
Las tardes son igualmente insoportables. Contemplo desde el balcón el paseo lleno de gente alegre andando de aquí para allá. En una casa cercana entonan el "cumpleaños feliz", en otra mueven sin cesar los cubilete de dados del parchís y mi vecinita de abajo toca el saxofon, ya con cierta maestría, no con la pesadez con la que empezó hace 14 años. Yo quiero bajar , quiero pasear, tomar el aire y despejar esta cabecita mía que esta cada día más sonada, pero nada que no puedo. En el armario guardo todo el vestuario de la temporada que me compré por catálogo, muerto de risa está el pobre, ni me atrevo a abrir la puerta para que no se ría en mis narices o me diga alguna barbaridad. Qué ganas tengo de que llegue el invierno para estar tan a gusto metida en casa al amor de la chimenea.
¡Qué duro es el verano! ¡Qué afán tiene el personal con salir, con ir de acá para allá, con pretender disfrutar del sol, el calor, la playa, las fiestas, las verbenas, las terrazas al aire libre! ¡Y qué me dices de los que se dedican a pasear por las montañas, saltando de risco en risco, tal que cabras! ¡Y esos otros que viajan al extranjero expuestos a cualquier desastre, que ya se sabe que en el extranjero son muy raros, si no saben ni hablar en cristiano, por Dios!
ResponderEliminarYa lo dice mi madre, como en casa en ningún sitio.
Muy bueno, Lucrecia -bienvenida nuevamente-, y más real de lo que parece, mucho más real.
Me ha parecido un relato muy triste.Me habla de soledad , de aislamiento.Una mujer que sabe que la vida existe por los ruidos que le llegan de ella.Quiere unirse a ese ruido pero no puede y sólo necesita una excusa para reducir ese deseo: que llegue el invierno con sus silencio. Historia que se repite más de lo que pensamos.
ResponderEliminarEl relato es triste. No sé si sale por sentirse gorda, o está discapacitada o se siente tangencial al mundo. ¿Anhela el invierno para no ver la felicidad a su alrededor? Esto es lo bueno de la literatura, que cada uno interprete.
ResponderEliminarSí, realmente es triste el relato. Ver toda esa vida que se desarrolla afuera y no querer o poder salir a disfrutarla atenazada por sus complejos.
ResponderEliminarSolo comprendería a Leocadia si está en su domicilio habitual. No hay mejor lugar que un apartamento junto al mar, en invierno. En otro caso, es realmente triste. Lo que es seguro es que se presta a muchas interpretaciones.
ResponderEliminarSoledad pura y dura, por ejemplo.
Besos, mirando al mar.
Lo triste no es estar encerrada, lo malo es que ese encierro no parece voluntario, querer algo y no poder hacerlo, lo que sea, es lo duro, la protagonista parece que quiere salir, pero no puede, alguna fobia parece impedírselo. Está tan bien relatado que es fácil meterse en su piel.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. Yo veo a Leocadia como una mujer en "soledad pura y dura" y con una fobia terrible a estar entre la gente.
ResponderEliminarEnhorabuena Lucrecia. Personaje pintado con el traje de la soledad voluntaria y enfermiza. Me ha gustado
ResponderEliminarQue pena de soledad voluntaria. Lo que se pierde Leocadia por no querer saber nada del mundo ni en verano ni en invierno.
ResponderEliminarGenial, Lucrecia.
ResponderEliminarLas cortapisas que nos ponemos para ser libres pueden ser múltiples. Leocadia tiene (padece) las suyas. A saber las que padecemos los demás.
ResponderEliminarMuy buen texto.