Laberinto de silencio y dolor ajeno,
Callejuelas melancólicamente angostas.
Donde el sol calienta pastos y cemento,
aquí todos somos iguales, llegada la hora.
Morada de carnes que serán polvo,
fin de un camino, con entrada sin salida.
Mezcla de olor a vida y a muerte,
la verdad y la mentira bajo el mismo suelo.
Aquí señores, ya no hay sueños;
alquileres costosos por miedo al misterio,
para no sentir a los nuestros tan lejos.
A menudo el olvido ronda este cielo,
se pierden los nombres detrás del tiempo.
¿Cuál es el cementerio?
El de los muertos sin cuerpo,
O el de los cuerpos muertos.
© Gastón Pigliapochi
Gracias por la publicación.
ResponderEliminarAbrazos totales.
Así de triste es la condición humana.
ResponderEliminarUn poema de fondo y facturas clásicos que me ha hecho reflexionar.
ResponderEliminar¿Por qué nos atraen tanto la muerte y lo que la rodea?
Un abrazo
Ana: gracias por tu comentario, creo que nos atrae por que es parte de la vida.
ResponderEliminarabrazos totales.