Cuando llegamos era tarde.
Ya había partido el pequeño camión naranja que, lleno de sobres y encomiendas, nos alegraba la vida cuando traía noticias de lejos, plenas de esperanza y amores entrelazados en la distancia.
Ese día no apareció la carta que esperaba. Otro día más de espera y anhelo agazapado en mi pecho hasta el próximo paso del camioncito que nos dejaba llenos de polvo del camino y con las pestañas marchitas. Volaron alto las hojas secas de los laureles de la plaza, mezclando las finas gotas con el aire caliente pegado en la piel de la espera...
Texto: María Magdalena Padón
Que relato tan hermoso. Evocador y genial¡. Esto es escribir.
ResponderEliminarPura melancolía que nos deja con ganas de saber más.
ResponderEliminar¿Llegó la carta? Comparto su anhelo y esperanza.
ResponderEliminarPrecioso relato
Hermoso relato con atmósfera nostálgica; echar de menos lo que no hemos tenido. Esas cartas que nunca se escribieron, esas noticias que no llegan, tal vez porque no han sucedido. Poética, sutil narrativa llena de matices que envuelve a quien la lea. Me gusta.
ResponderEliminarMuy buen texto, cargado de nostalgia y esperanzas.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Saludos
Buen texto, un aperitivo corto y sugerente que deja al lector con ese regusto a esperanza, laureles, amores, polvo del camino y las "finas gotas con el aire caliente pegado en la piel de la espera". Enhorabuena.
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