Al fin llegó el momento que llevaban esperando todo el año.
Ya anochecía y los niños se sentían más y más excitados por lo que iban a vivir esa noche.
—¡Para quieto, que no me dejas extenderte bien el maquillaje!
—¡Pero si ya está bien! —protestaba el pequeño— ¡Yo quiero salir ya!
—Mami, ¿tengo bastantes ojeras? ¿Me pongo más verde aquí, para que parezca pus? —interrumpía el otro.
La madre lo miró de reojo y asintió, mientras añadía un poco más de blanco a la cara espectral del otro niño.
—Un perfecto muerto viviente —aseveró—. Ya te puedes poner los harapos. ¿Vais a buscar a vuestra amiga Lina? Seguro que os lo pasáis muy bien… Coge la bolsa para las chucherías, que tu hermano ya casi está… Y cuidado dónde os metéis. No seáis impertinentes y no os separéis y…
—¡Que sí, mamá! —exclamaron, al unísono.
Cuando llegaron al punto de reunión, tuvieron que esforzarse por
reconocerla entre tanto vampiro, fantasma, hombre lobo y descabezado como había. La puerta del cementerio bullía con los seres que se apiñaban, como cada año, inquietos y ávidos por salir de sus confines.
reconocerla entre tanto vampiro, fantasma, hombre lobo y descabezado como había. La puerta del cementerio bullía con los seres que se apiñaban, como cada año, inquietos y ávidos por salir de sus confines.
Una mano palidísima los saludó entre la multitud. Los niños se acercaron apretando el paso, empujando a un par de zombies y a un gigante deforme que se interponían en su camino.
—¡Lina! ¡Draculina! —gritó Adalberto— ¡Vamos, que se nos hace tarde!
La niña llegó hasta ellos y se giró con un revoleo de capa, negra y carmesí. Al sonreír mostró su perfecta dentadura de vampiro.
—¿Cómo estoy? Me gusta ponerme mi ropa, aunque sea una vez al año.
—Estás muy guapa —afirmó Juan—, pero también lo estás vestida de “normal”.
Un esqueleto pasó junto a ellos, con entrechocar de huesos; un zombie agitó con una mano el brazo que se le había desprendido, a guisa de bandera, y gritó:
—¡Fiesta!
Los monstruos se apiñaron detrás de él, atravesaron el arco que separaba el camposanto de la tierra de los vivos y lo siguieron, camino de la ciudad, entre risas y gruñidos.
Adalberto, Juan y Draculina se alejaron en otra dirección, correteando por las calles oscuras. Aporrearon los timbres de cuantas casas encontraba, mostrando las bolsas al grito de “¿Truco o trato?”.
Draculina reía y daba saltos y compartía sus regalos y abrazos con Juan y Adalberto.
Ser una niña vampiro a veces es muy aburrido, teniendo que aparentar que eres una humana pálida y enfermiza que no puede salir a la calle.
Menos mal que hasta los monstruos tienen la suerte de hacer amigos. Menos mal que una vez al año llega la noche de Halloween.
Ana, muy apropiado para el día de hoy, simpático y tierno.
ResponderEliminar¡Que disfruten los niños, de eso se trata!
En fin..., no sé si es que estoy anticuada, pero más que Halloween prefiero Don Juan Tenorio y su "¿No es verdad, ángel de amor...?".
No me hagas mucho caso: serán cosas de la edad.
Un beso grande.
A pesar de la apariencia del texto, es muy inquietante, Ana. Con esa habilidad tan tuya nos introduces la duda en el cuerpo, y no sé si saldré esta noche, o pondré las lamparillas para las ánimas del purgatorio, mientras leo, como sugiere Isabel -ya que no lo darán por la tele- "Don Juan Tenorio".
ResponderEliminarEl texto una gozada, tu pasión por los seres eternos que viven entre nosotros (vampiros y demás familia de osario) continúa viva. A pesar de que el tono es opuesto, uno no deja de pensar en tu "Sangre y fuego".
Dicho esto, a mí Halloween (a pesar de sus raíces europeas y célticas) me parece un invento yanqui que todo lo simplifica, y lo lleva siempre al territorio del mercadeo. Prefiero las ánimas del purgatorio, repito.
Divertido y bien llevado relato en el que pulula la soledad de ser extraño en un mundo ya extraño. Me gustó mucho, Ana.
ResponderEliminarAcabamos de llegar, no los hemos pasado de miedo, pero la mejor sorpresa ha sido este cuento. Nos ha encantado, es genial. Muchos besos para ti, Ana, y saludos a todos los de La Esfera, Adalberto, Juan Y Dácil.
ResponderEliminarIsabel MB, Amando ¿no resulta extraño que una celebración que te conduce tan al fondo de la existencia humana, que nos lleva a conectar con todo lo que más tememos y a enfrentarnos a nuestra propia mortalidad sea una fiesta de niños tan mercantilizada?
ResponderEliminarNo puedo asociar Halloween a disfraces y calabazas, sino a castañas asadas y boniatos con azúcar y canela, a mi padre y a mi madre -por cierto, es su cumpleaños-, a mi hermana y las historias que nos contábamos.
Amando, no puedo evitar sentirme atraída por esos seres ¿fantásticos?. Tampoco puedo evitar hacerlos convivir con nosotros. Al fin y al cabo, ¿quién sabe con certeza dónde están los límites?
Me alegro mucho de que te haya traído a la memoria a Sangre y fuego. Ya sabes cuánta pasión he puesto en ella.
Isabel E., ¡qué bien has captado una de las claves del relato! Me siento más que recompensada por ello y, por supuesto, porque te haya gustado.
Muchas gracias a los tres, Isabel MB e Isabel E y Amando.
PS. Si encontráis a D. Juan Tenorio, no le prestéis atención: puede que intente arrastraros con él a los Infiernos.
Querida Dácil
ResponderEliminarCuánto me alegro de que os haya gustado. Ese era mi principal propósito para escribir un relato de Halloween.
Espero que Adalberto y Juan hayan regresado a casa con las bolsas llenas de chuches y tú, que descanses mañana.
Un besote grande para cada uno.
Me ha gustado la parte en que la niña muestra su alegria por no tener que disimular, desde luego esta es su noche. Buen cuento.
ResponderEliminarAl sonreír mostró su perfecta dentadura de vampiro.
ResponderEliminarMe encantan tus gazapos esos que vas metiendo para atraparnos y engancharnos en tus historias hasta el final. Eres una de las mejores escritoras que he leído.
Tierna noche de Halloween, Ana. Sobre todo tierna. Hubiera llenado de caramelos las bolsas de esos chicos de haber tocado en mi puerta anoche.
ResponderEliminarQué bueno Ana. Yo que como otros añoro las castañas y lx sidra dulce ( magüesto) , al Tenorio y a los crisantemos , con este cuento tan ágil, divertido y creíble, me he reconciliado con el Hallowen extranjero y comercial ( de ahí que los niños sean sus protagonistas : compran disfraces moda porque lo sajón lo impone y ellos no tienen recuerdos de magüesto ni nadie a quien homenajear) .
ResponderEliminarA mi también me recuerda sangre y fuego , por la facilidad con la que te mueves en este mundo tan extraño para otros . Eres genial .
Un abrazo y feliz día de TODOS LOS SANTOS. Á.
Yolanda, me alegro de que te haya gustado que la niña pueda disfrutar, por fin.
ResponderEliminarInma: GRACIAS! eres incondicional y no sabes cuánto me estimula a seguir escribiendo.
Miguel Ángel, ya sabes, es lo mío: arcos iris sangrientos y noches de miedo tiernas...
Ángeles, ¿de dónde es el magüesto? ¡Qué buenos recuerdos! ¿Verdad? Somos unas sentimentales...
Me alegro mucho de haber contribuido, aunque sea un poquito, a que te reconcilies con Halloween.
Muchísimas gracias a todos, Yolanda, Inma, Miguel Ángel y Ángeles.
Ana lo siento, yo no me vor a reconciliar con Halloween, ni voy a entrar por el aro de semejante celebración independientemente que el texto me gustara.
ResponderEliminarYa nos metieron al gordo borracho de Santa Claus y lo próximo será celebrar el día de la Independencia y después la socorrida fiesta de Graduación...
¡Viva las ánimas del purgatorio.!
Te felicito por tu texto, por tu pasión por los seres de negro y por traernos ese mundo distante y complejo... del que creo que no formo parte. Aunque literariamente en ocasiones me dejo poseer.
Lo que me gusta de este relato es la posición de la autora, todo parece que son nuestros niños que se visten de monstruos y es al revés. El extrañamiento. Felicidades.
ResponderEliminarFranCo, ni por asomo pretendo convertirte a Halloweenismo! Yo misma reniego de él. Pero los seres de ultratumba me fascinan.
ResponderEliminarGracias por leerlo, aunque el tema te atraiga tan poco.
Ximens, muchas gracias por aportar tu visión, tan acertada.
Un abrazo a los dos
No sé si es por el tema que trata el texto, o porque te conozco, que cuando leo el relato me sobrecojo, pensando que de repente va a ocurrir una de las tuyas, sí una de esas situaciones que te encantan y que se te da tan bien. Por eso siento una tensión en el texto y desconfío de esos suspuestos niños inocentes. Sin embargo, es una tensión controlada donde se crea una atmósfera festiva, a través de esos diálogos aparentemente sencillos, pero que sólo un hábil escritor de literatura infantil sabe hacer. Nos haces solidarizarnos con la niña vampira, pero no me fío de tí. Nunca te lo he dicho, pero, de hecho, cuando sonríes nunca pierdo de vista tus incisivos. Un texto terroríficamente encantador.
ResponderEliminar¿Estás seguro de que esos niños son niños?
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios, Marcos, siempre tan generosos.
No te extrañe que ante ti esconda mis colmillos...
Un abrazo fuerte y humano.
Ay, José Francisco, que acabo de ver que leíste mi texto!
ResponderEliminarMuchísimas gracias!!!!!
Me ha erizado escucharlo. He podido visualizar a todos mejor de lo que pensaba, los has traído a la vida.
A veces, los milagros ocurren.
Y los privilegios, como este de que hayas leído esta historia.
Un abrazo enorme.
Me encanto como narras y nos atrapas con tus relatos,.con este de ,Una vez al año muy bueno..felicidadesal autor...,aprovecho..Pajaro del agua..BELLISIMO!! el que narraste de Ana,ta espiritual...bueno qe decir..felicidades por su sitio,Fantastico
ResponderEliminarMuchas gracias por lo que me toca, Sonia.
ResponderEliminarUn placer tenerte por aquí