Solo veinticuatro horas de vida me
pronostican. La muerte viene a buscarme. Me ha enviado el aviso por
medio de mis médicos y no sabría decir si por ello soy una persona
afortunada. Lo que quiero decir es que a otros los viene a buscar sin previo
aviso y con premeditación de cazadora sanguinaria y a mi me lo notifica con tiempo, pero con muy poco.
Estoy pensando
suicidarme. Mis pies no apoyarán las últimas horas de su existencia
en este mundo haciendo lo que hacen todos los moribundos: gastar tiempo en despedirse,
arreglar los asuntos pendientes para dejar a la familia todo en regla en la cesión del
testigo, echar un último polvo para satisfacer las más escondidas y profundas fantasías sexuales, subirse al desenfreno de cualquier tipo de sustancias estimulantes,
barbitúricas, alucinógenas, con la excusa de que ya es absurdo que
te digan que es malo para la salud... No entraré por ese aro, yo soy
un ser distinto, un ser fuera de moldes, alguién que ha nadado toda la vida
contra olas de mares furiosos y nunca terminaré mis días de existencia
siendo un tipo común. No permitiré que me aparten de esta vida y que
decidan cuando. ¡Mi vida es mía! Yo decidiré cuándo y cómo. Pero
ahora me asaltan las dudas. ¿Cuando? Ya mismo, no hay tiempo, tengo
que burlar, doblegar a la caprichosa fatalidad. ¿Cómo? Siempre he
escuchado que si te metes en una bañera llena de agua caliente y te
cortas las venas es muy placentero, te sumerges
en un sueño que te
embarga progresivamente y te toma de la mano para mudarte al otro
barrio. Pero esa forma es muy común, cobarde. También
podría subirme al edificio del Cabildo y allí, desde el móvil, llamar
a unos cuantos amigos y a los medios para que filmaran mi final. Aunque también me asalta la duda si lanzarme en picado y que mi cerebro,
la parte de mi ser a la que más estima le tengo, al contacto con el
asfalto se esparciera como gelatina en este áspero día de verano. O
por el contrario tirarme en plancha como cuando erraba en mis
lanzadas en la piscina y al contacto con el agua me escocía todo el
pecho y la barriga, y disimulaba en el deseo de que nadie hubiera
contemplado mi inutilidad. Ahora no era el caso, ahora quería que
todos participaran de mi último instante en este mundo, un lugar
donde ellos quedan y yo parto. ¿Pero a dónde voy? ¡Cuantas dudas!Si tuviera tiempo lo sometería a discusión entre familiares y amigos. Pensándolo bien el dabate también lo haría en las redes sociales, este tipo de cosas siempre tienen mucha repercusión en esos lugares, ávidos de morbo. Yo también quiero mi minuto de gloria.
¡Ya está bien de reflexiones!, se me
acaba el tiempo, lo tengo decidido. Querido lector, ¡acompáñane a
mi partida! Escribamos juntos mi última poesía, y advierto que tiene que ser sugerente y positiva, nada de ñoñerías. Quiero dejar el sello de mi extravagancia y de mi amor a la vida. Aunque no sé como me retratará la historia, si como un cobarde por quitarme la vida, o como un valiente por decidir sobre ella. Dios dirá. ¡Vamos!
Texto: Francisco Concepción Álvarez
Audio: La Voz Silenciosa
Audio: La Voz Silenciosa
Eres inconfudible, Francisco. basta leer tres líneas para saber que es un texto tuyo. Ahí tienes tu minuto de gloria. Empieza el poema, echa una mano a ese hombre especial, lo seguiremos. Nos has metido en algo que supongo, sucede a menudo; no sé que haría, pero fuese lo que fuese nunca sería de cobardes. En fin, volvamos a la realidad, a veces más dura todavía.
ResponderEliminarBesos, siempre.
Por Dios, no malgastes con ripios el poco tiempo que le queda a ese hombre atípico!
ResponderEliminarMe ha encantado esta historia de voluntad y singularidad. Estupendo!
Isolda, Ana, muchas gracias por leer esta lineas fatales pero chulescas.
ResponderEliminarJosé Francisco, siempre tu narración revalorizan mis textos. Gracias. Muchas gracias
Ese humor a lo que llamamos fatalidad, es envidiable.
ResponderEliminarBuen relato!
Un abrazo
Me parece muy buen relato; valiente, original como dice José Francisco antes de su narración.
ResponderEliminarEso de compartir el final de tus días escribiendo un poema colectivo, sería, además de original, muy hermoso, si es que se pudiera aguantar semejante situación.
Desde luego si quieres algo efectivo, no lo sometas a discusión en redes, puede ser más complicado que llegar a descubrir la verdad en una comisión de investigación en el Congreso.
Tu relato, además de demasiado real, está muy bien contado. Un saludo
ResponderEliminarCalamanda, Amado, Aniagua... un placer que sus ojos y pensamiento de hayan posado sobre mis letras.
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