27 agosto, 2012
En compañía
Ahora que todo está más tranquilo hago repaso de como llegué aquí y no deja de sorprenderme lo que aconteció.
Vivía en el mismo edificio donde nací, donde vivieron mis padres y mis abuelos, una existencia más bien solitaria y anodina. Apenas me relacionaba con mis vecinos pese a que nos conocíamos de toda la vida, soy muy tímido y me cuesta alternar. Mientras existió mi madre pude conocer muchos de los acontecimientos que se producían en la vecindad, cuando murió apenas me advertía ecos del mundo exterior. Entre semana me limitaba a mi trabajo, los domingos desayunaba en el bar de la esquina, leía el periódico y durante la tarde vegetaba frente al televisor.
Todo se rompió el día que me despidieron, atónito sentí como mi mundo se fragmentaba en mil pedazos. Angustiado, fui incapaz de encontrar una manera de recomponerlo, por eso sin pensar me encaminé a mi casa, pero no paré, seguí subiendo hasta alcanzar la azotea y contemplar, con fascinación lo lejos que estaba la calzada.
Lo que menos me esperaba era escuchar aquellas palabras que surgieron a mi espalda: Si estás pensando en tirarte, ¡te esperas! Yo estoy antes y no pienso permitir que seas el primero… Fue tal el sobresalto que casi me caigo al vacío, allí estaba Martita, la hija de la antigua portera. Hacia tiempo que no la veía, seguía igual, con aquella mirada huidiza y la misma forma de hundir la cabeza entre los hombros. Sabía por doña Rosita, la del cuarto C, que hacía poco que su madre había fallecido y pronto sería desalojada de la minúscula buhardilla. Quizás por eso no me sorprendió su ultimátum.
No sé como ocurrió, ni donde encontré el valor, pero mirándola directamente a los ojos inicié una conversación, al principio sin sentido, después intentando captar su atención y al cabo de un largo rato allí estábamos, los dos sentados en el suelo charlando sin parar. No recuerdo cuanto tiempo transcurrió, tal vez horas. Hablamos de muchas cosas, de anhelos, de todo lo que queríamos hacer y no éramos capaces de obtener. Sí, muchas horas, hasta que nuestras manos se unieron y sin hablar llegamos a la misma decisión.
Desde entonces habitamos en la buhardilla, somos bastante felices, de vez en cuando alguno de nuestros vecinos se acerca por aquí. Martita y yo intentamos que se queden un rato, pero siempre salen despavoridos escaleras abajo gritando palabras desconcertantes sobre unos espíritus que quieren poseerlos.
Texto: Elysa Brioa Escudero
Narración: La Voz Silenciosa
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¡Qué bueno !
ResponderEliminarElysa, una idea muy original "en compañía" con unas palabras que le dan un ritmo pausado, cómo el de la escena,algo que no se deja entrever hasta el final... Todo hacía imaginar otro desenlace, pero no, tú nos has llevado por el relato esperanzador.
¡Es muy bueno!
Mucha suerte, nos veremos en el papel y nos leeremos de nuevo.
Besicos salados, vecina.
No sé si Cabopá y yo hemos llegado a la misma conclusión o a la contraria. De todas maneras (aunque creo que hemos pensado lo contrario), es una solución.
ResponderEliminarMe gusta y mucho el inesperado giro final, como el lector ha de recomponer la historia para descubrir... Para mi la palabra clave ha sido buardilla, ¿cómo han decidido ir a la buhardilla si de ahí la iban a echar? Evidentemente, tomaron otra decisión antes.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, y sorpredido. ¿Lo he dicho ya?
Elysa, es lastima que finalmente tomaran la decisión. Suerte.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho ese final de espíritus que le has dado al relato. Los he imaginado saltando juntos al vacío, cogidos de la mano.
ResponderEliminarMuy bueno, Elysa
Un abrazo
Muy bien llevado. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSi es que en esta comunidad de vecinos no falta de nada y fantasmas tiene que haber, faltaría más. Estupendo cierre, Elysa.
ResponderEliminarEntonces, es que lo fantasmas existen. Son muchas las coincidencias de textos en los que aparecen formando parte de los vecinos.
ResponderEliminarBromas aparte, estupendo relato.
Hermoso relato, y ese final que te deja pensando, no lo dices pero se encuentra entre lineas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Elysa : gran historia con final sorprendente en el que la imágen vívida de dos manos entrelazadas saltando al asfalto se torna muy viva sin llegar a expresarla.
ResponderEliminarBuena historia de portería :)
Me ha gustado Ely.
Besos.
Una solución que no me esperaba, pues parecía que entre ambos se iban a reconciliar con el mundo y con ellos mismos. ¿Se lanzaron de la mano? Me alegra que al menos vivan juntos como espíritus. Final feliz en cierto modo.
ResponderEliminarUn beso, Ely.
Me ha gustado.
Tienes mi voto.
(Tal vez, hoy, me haya impresionado más una historia de fantasmas).
Amparo Martínez Alonso.
Relato para meditar. Se lee muy bien la historia, tan actual. Si tomas la prensa hay como un acuerdo para no dar información de los suicidios. Para mí que los protagonistas saltaron al vacío. Triste final.
ResponderEliminar¡Muchas gracias a La Voz Silenciosa! Un placer y una inmensa alegría escucharlo narrado por esa maravillosa voz.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
Besitos