01 agosto, 2012

Ni me mires. Te escribo


Remolinos en el pelo, entradas con flequillo, gafas de pasta altruistas, brazos velludos, manicura ingrata, cascos usados como descomplemento de moda, revista en dedos huesudos... Sigo grabando: camisetas hacendadas, heridas en los pies por zapatos de solo dos usos… Bajo la mirada, cenefa sin gracia en el suelo... Escucho a mi lado: —¿Se quiere sentar? —Falso servicial con cara de «si me respondes sí, mataré a tu familia y a tus futuras generaciones»
Llega el metro.
Buena línea. Puedo decidir asiento. ¡Tengo cuatro opciones! Me decanto por uno con posibilidad de escapar con facilidad. Y mientras escribo esto en un blog de notas de iPhone —no hay 3G para poder twittearlo— a mi izquierda, una mindundi con gafas, apoya su barbilla en la mano y me mira. Le devuelvo la mirada y no se inmuta, me tiene fijada, cero vergüenza. Le suena el teléfono. Sigo escuchando y grabando, ¿otro idioma? Ahhh ¡no!, es una megapija inentendible, con cháchara de altibajos vocales. Nueva estación, se baja.
Ahora, en el asiento de la mindundi, una veinteañera con mochila y pantalones a juego, todo color rosa-fucsia. ¡Horror!
A su lado una señora de unos sesenta y largos, con una pinza en la cabeza. Apuesto el dedo corazón a que olvidó quitársela.
«Cruz del rayo. Próxima estación» Escucho en la megafonía del metro. —¿En serio? Primera noticia de su existencia. No me suena — Miro el cartel para asegurarme de que no he escuchado mal. Una parada con un nombre que da mucho que pensar, se sube “otra que tal baila...”
Se sienta frente a mi. Smartphone en mano, uñas mal pintadas, ñácara que asoma. Bolsa de autoservicio chino “Typical Madrid”. Tatuaje del que seguro ya está arrepentida, con la tinta desgastada.
«¡Un momento! ¡Necesito mirar por donde voy! Vale, vale… calma… Aun quedan tres paradas, aunque solo un 3% de batería VS mis enormes ganas de escribir» Un clásico.
Vuelvo a recaer con la mirada en el móvil de la del insulso tatuaje, que no para de hacer un ruidito desquiciante… Todo esto, junto al calor de un 17 de julio en Madrid, desata en mi un sentimiento que dudo puedo ser tratado por ningún psiquiatra.
¡Mi parada! Fin de mi viaje de metro de hoy.
Texto: Sara Sálamo
Texto: La Voz Silenciosa

4 comentarios:

  1. Estupenda crónica de lo cotidiano.
    Lástima que quedara tan poca batería!
    Enhorabuena.

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  2. Cualquier viaje en mero es apasunane, obviando el maldito calor, por supuesto. No soy capaz de escribir en un móvil ni de leer, como hacen cada vez más usuarios. Observo a los que leen, a los que dormitan, según la hora o el cansancio y, al resto, tal como lo describes. Repito un mundo apasionante.
    Un beso, Sara.

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  3. Buen texto. El metro es buen lugar para quien tiene por profesión analizar fisonomías humanas. Suele haber tiempo de sobra.
    Certera la observación sobre el modo en que nos hemos enganchado a las nuevas tecnologías.
    Lo único que espero es que no haya muchos como el prota de la historia. Cualquier día se le acaba la batería y salimos en los telediarios.

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  4. Elena Viviana3/8/12, 0:20

    En ocasiones es mejor ahorrarse el dinero de la entrada a un zoológico, con la consiguiente cautividad de los animales y ver el espectáculo del metro.
    Los animalitos ahí están en libertad y son más exóticos.

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