La visita de Félix Vallotton |
Apostado en el café de
enfrente, supo, entre la urgencia que lo asolaba y el temor de lo desconocido,
que la doncella salía un par de horas al mediodía.
Y en uno de esos momentos la
vio abrir el balcón. Con un movimiento sutil, tal vez una señal, una llamada,
se tensó la cuerda que tocaba su corazón de amante enfebrecido.
Ansiaba verla, debía verla.
Cruzó el paseo. El portal
estaba entornado. Voló sobre los escalones y encontró la puerta abierta. Sobre
una silla, dejó el sombrero, apoyando el bastón en el respaldo.
Un gemido tibio lo condujo
hasta el salón.
Allí estaba, aguardándolo.
Cuando la doncella regresó,
sólo encontró las hojas de los álamos revoloteando como mariposas plateadas.
Texto: Virginia González Dorta
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Gracias a La Esfera.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy visual, recrea las vivencias de otros tiempos, transmite el deseo mal contenido. Y esa elipsis que se concreta en la doncella encontrando solo esas hojas caídas, fenomenal.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Un texto embriagador.
ResponderEliminarGracias y besos a las dos.
ResponderEliminarAna, ya que nombras visual, lo imaginé para un cuadro de Félix Vallotton, La visita.
Si vuelves por aquí y te apetece:
http://phoeticblog.blogspot.com.es/2012/01/ansia.html
Me gusta tu visón del cuadro, mucho.
ResponderEliminarBesos, Virginia
¡Ah, qué sorpresa ver el cuadro junto a lo que imaginé de él!
ResponderEliminarMil gracias.
Besos
Muy sensual.
ResponderEliminarTus escritos sobre cuadros son geniales, Virgi. Y este está muy conseguido.
Abrazo
Me transportó a finales del XIX, al paseo de Recoletos, por ejemplo, vestidos de encajes con sombrillas a juego, caballeros con bastón y bombín, cuánta literatura de lo sugerido. Estupendo, Virginia.
ResponderEliminarPues sí, Ángeles, así lo ví yo también cuando encontré este cuadro de Vallotton.
ResponderEliminarGracias, un beso.
Isolda, María, gracias también.
ResponderEliminarBesos besos.