Al observar por el ojo de la cerradura la realidad —resumida
en los pantalones de él enrollados en los tobillos, el traqueteo de la cama y
ella jadeando, clavándole las uñas en la espalda— me superó. Aunque objetara
que la pilló en dessous, se trataba de una traición indecente tras dos años de
relaciones. Deseaba matarla. Pero me contuve, mareado por el olor a alcanfor, y
esperé a oír los ronquidos del tipo para abrir la puerta con decisión. Salí
desnudo, con las ropas de la mano, de puntillas, dejando atrás para siempre el
dormitorio de ese condenado matrimonio.
Texto: Mikel Aboitiz
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Jaja me encantó Mikel, me ha costado darme cuenta de lo que suponía esa cerradura... Ay, ya hasta los amantes son celosos.
ResponderEliminarSaludos.
Si es que no hay derecho, cuánta traición a ambos lados de una cerradura. Gracias, Mikel por tu actualización de un clásico.
ResponderEliminarBuena vuelta de tuerca. Giro inesperado.
ResponderEliminarLa fidelidad, la infidelidad. ¿Se le puede ser infiel a aquel con quien eres infiel a otro?
ResponderEliminarMuy bueno.