Era un luminoso día de
verano. Había ido a pasar la mañana junto al río, cerca de donde los niños y
niñas del pueblo aprendían a nadar.
Las risas, los gritos y los chapoteos llenaban el aire. Levantó la vista para disfrutar de ellos y, por un momento, creyó ver como una de aquellas criaturas dibujaba sólo para él un lascivo gesto de adulto. Fue un instante lleno de perplejidad, solamente eso, que enseguida borró de su memoria con un pestañeo por imposible.
Las mañanas se sucedieron unas a otras, también las extrañas miradas y, con ellas, una hipnotizante fascinación por comprender a qué jugaba la pequeña.
Antes de que el verano tocase a su fin, la respuesta a todas sus preguntas llamaba a su puerta en forma de denuncia. La niña había contado a sus padres cómo aquel hombre la espiaba y ahora, tantos días después, él se veía obligado a admitir que aquellos ojos enfermos eran efectivamente los suyos.
Las risas, los gritos y los chapoteos llenaban el aire. Levantó la vista para disfrutar de ellos y, por un momento, creyó ver como una de aquellas criaturas dibujaba sólo para él un lascivo gesto de adulto. Fue un instante lleno de perplejidad, solamente eso, que enseguida borró de su memoria con un pestañeo por imposible.
Las mañanas se sucedieron unas a otras, también las extrañas miradas y, con ellas, una hipnotizante fascinación por comprender a qué jugaba la pequeña.
Antes de que el verano tocase a su fin, la respuesta a todas sus preguntas llamaba a su puerta en forma de denuncia. La niña había contado a sus padres cómo aquel hombre la espiaba y ahora, tantos días después, él se veía obligado a admitir que aquellos ojos enfermos eran efectivamente los suyos.
Texto: Luisa Hurtado González
Tremendo..
ResponderEliminarMuy grato leerte Luisa
Un abrazo
Maria Estevez.
Que obscena puede ser la mente humana. Enhorabuena Luisa, un saludo.
ResponderEliminarHacía mucho que no estaba en esta casa, muchas gracias por hacerme un hueco.
ResponderEliminarDuro relato, impactante porque lo enfrenta a uno, a realidades aún más
ResponderEliminartremendas.
Un abrazo Luisa.
palabrasenbitacora.blogspot.com
Demasiado real demasiadas veces. El sentid de las miradas de los otros normalmente están en nosotros.
ResponderEliminarLa realidad supera la ficción, o ¿es al revés?... Durísimo y perturbador, pero genialmente escrito.
ResponderEliminarUn abrazo Luisa por tu buen hacer.
La mente perturbada distorsiona la realidad y cuanto deben pesar esos momentos de lucidez.
ResponderEliminarFelicidades por el escrito.
Impactante por lo real.
ResponderEliminarEstupendo relató, Luisa, me sugirió "La muerte en Venecia". Efectivamente, nos espejeamos en los ojos de los otros, nos elaboramos a través de los otros y, como en este caso, también nos conocemos por los otros. Así somos los humanos, falsificadores.
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