Pierdo la última onda de sus palabras, el
último fleco de un acento que se mezcla con la luz difusa del mediodía que
parece alimentarse de un atardecer de otoño.
Su eco o su reverbero o su sombra, tanto
da, se me escapan, me huyen, se confunden con las esquinas de la luz, aunque
intente rescatarlas, aunque intente hacerles un molde en mi corazón para que
aniden y se encarnen.
Se me muere el claror de
la jornada en pleno mediodía vestido en tonos crepusculares. Su penúltimo
destello acuna el pulso final de sus palabras. Por más que lo intento, me quedo
solo, peor, vacío. Los recuerdos se evaporarán en poco tiempo (un año, un
lustro, una década, qué serán comparados con su ausencia).
Está ahí, acariciando el
último pestañeo de mis párpados y no, ya no puedo sentir sus besos, pierdo la última
onda de sus palabras en este fundido que no sé bien si es en negro, o en luz es.
Texto: Amando Carabias
Texto: Amando Carabias
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