08 marzo, 2014

Niebla en la residencia

Niebla en la residencia, por Cristina de Armiñán
No sé qué pasa, algo se está nublando en mi cabeza. Mamá, mamá, ¿dónde estás?, de repente soy una niña. No quiero estar aquí. Mamá, mamá…
Veo a alguien que se dirige a mí como si yo fuera su madre, ¿será mi hijo?, y ¿la mujer que está a su lado?, parece una cuarentona. Intenta tratarme con cariño, pero yo sé que es mentira, me están engañando. Mamá, mamá…, mamá no responde.
Y mis hermanos, ¿dónde se encuentran? Ellos no permitirían que yo tenga tanto miedo. ¿Por qué no vienen a socorrerme de estas personas que dicen ser mis hijos, pero que no conozco?
¡Mamá no vino nunca! Guardaba una foto suya en mi pecho. En lugar de mamá veo a dos policías, o eso me parecen, pues llevan uniforme. ¡Claro!, han venido a salvarme.
Qué niebla en mi cabeza, me duele, tengo miedo. La niebla se espesa por momentos. Ahora ha venido alguien con bata blanca, son dos, ¿serán médicos?, ellos entenderán, ellos aclararán la niebla que ya me aturde.
Mi madre no está, pero el de la bata blanca sabe consolarme. Otros han venido
a verme y me llevan en un coche tumbada; no sé qué ocurre, ahora me sacan y veo unas cortinas pesadas. Prisas, muchas prisas.
La niebla se espesa aún más, pero puedo ver lo que querían hacer conmigo. Los de la bata blanca me entienden, me preguntan cómo estoy, qué día es hoy, ¡y yo qué sé!, ¡qué más da!, es otro día más, solo eso. No veo a mi madre, nunca volvió pero…, ya da igual.
Hoy es otro día, no sé cuál. Me despierto en mi cama sola, mi marido no está, pero sé que se esconde, ¿qué le pasará? Quiere asustarme y juega a las escondidas. Creo que se ha vuelto loco, lleva una capa de colores, pero sé que es él, no me va a engañar. Coloco una silla en la puerta de la casa, pegadita al ascensor, por si quiere hacerme daño o me viene a llevar. Sale un vecino, le cuento y me dice que no es posible, que mi marido falleció. No…, no lo recordaba, sí, falleció, cómo he podido…
Tengo sueño, mucho sueño, peo estoy tranquila porque la niebla se va despejando. Llega la cuarentona, ahora parece que me quiere de verdad. Le hablo, le cuento cosas de la guerra, de mi niñez, por lo que tuve que pasar. Tengo sueño, mucho sueño, pero ya me siento un poco más en paz.

Texto : Cristina de Armiñán

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