Me levanto de una cama dibujada con grafito que se deshace al dejar de estar en contacto conmigo. Abro un armario hecho de madera de mármol que se desvanece al dejar de contener mi ropa. Me siento en una silla de metal de plumas y miro un folio en blanco hecho con huesos.
Alzo mi dedo, me siento invadido por una necesidad de escribir con mi tinta, y empiezo a dibujar la silueta de las letras con mi sangre.
Escribo una carta digna de un cruel pirata, contando cómo la vida me ha dado todo lo que he querido: bebida, mujeres y aventuras. Veo mundo, mucho mundo, pero lo que más me gusta es ver el mar. Mi capitán es un buen hombre, un incomprendido por los otros, por eso es malvado a los ojos de los demás. Pero entiende la natura del hombre, su libertad, y su precio. Cierro la carta.
Escribo la carta de un noble pomposo, soy un hombre importante, un conde, la vida me ha sonreído desde que salí a la universidad a ser un catedrático de las letras. El rey es mi mejor amigo, habla conmigo en castellano, latín, francés y alemán. Dedico mis esfuerzos a enseñar a sus hijos mientras busco a una mujer para terminar mi vida.
Escribo las últimas palabras de un moribundo arrepentido. He sido un bellaco toda mi vida robando el dinero de la hacienda de los demás para dar de comer a los más necesitados. He sido un ladrón que ha quitado a los que tenían para dárselo a los que no tenían, pero lejos esto de ser algo bueno he puesto en peligro muchas vidas.
Escribo las primeras palabras de un niño con miedo mientras un soldado alza la espada contra él, entre lágrimas, al tiempo que la última trompeta de guerra suena.
Me detengo. En todas inconscientemente he puesto el mismo título:
“A mi madre”
Porque de ser un pirata estaría lejos de tu lado y querría que supieras que pienso en ti a pesar de todo.
Porque de ser un noble siempre te agradecería los sacrificios para llevarme a la universidad.
Porque de morir sabría que tú serías la única que perdonarías mis errores.
Porque de tener miedo, tú me protegerías de ese soldado.
Porque de ser ese soldado, tú entenderías porqué alzo la espada.
“A mi madre”
Me miro las manos, agarrotadas, hace frío. Mi cuerpo empieza a congelarse. Vuelve la nieve y el hielo. Pronto la calidez del escritor se verá envuelta de nuevo en la cruel mirada del rey monstruo. Del troll.
Escribo mi carta, donde le relato a mi madre cómo decidí convertirme en un monstruo para encajar en el mundo de los seres monstruosos. Soy el monstruo más humano de todos.
El Rey Troll.
Texto: David Nortes Baeza
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