Apresurada a su encuentro, no tuvo ojos para otra cosa.
Cruzó ausente,
sus pasos veloces,
el alma agitada.
Del otro lado, la sorpresa evidente,
la sonrisa que asoma.
Apresurado a su encuentro, no tuvo ojos para otra cosa.
A medio camino, sus cuerpos se apagan,
sus almas se cruzan,
sus vidas se acaban.
No escucharon el golpe,
no hubo más que sus ganas,
Cruzaron ausentes,
sin ojos para otra cosa
que no fuera su mirada.
Autor: Carlos QG
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