Había una vez, hace miles de años, un escritor. Talentoso en el arte de las palabras, creía también en la importancia de un buen nombre para hacerse un lugar en la posteridad. Precursor, sin saberlo, del marketing moderno en el mundillo editorial y ansioso de trascender los tiempos, desechó su nombre real por otro con el que creía ser capaz de lograr que su sola pronunciación al final de un relato o su simple figuración al pie de un texto, produjera una especial emoción en escuchas o lectores y así pasar a la historia. El nombre elegido por aquel prolífico autor fue "anónimo".
Texto de Xabier (de Pretextos)
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