29 enero, 2009

Puedes llamarme Bel

- Puedes llamarme Bel.
Exhaló una voluta de humo en perfecto círculo y cruzó sus largas piernas en un movimiento voluptuoso y decididamente estudiado.
El local había cerrado sus puertas a nuevos clientes y los que quedaban remoloneaban sonámbulos, intoxicados de abulia y deseos malogrados, apurando copas y compañía.
Le dirigió su mirada entornada, de largas pestañas falsas y falsa sonrisa. La luz mortecina de la vela casi consumida, que se esforzaba por aportar quien sabe si un ambiente íntimo o un glamour de pega, despertó un reflejo verdoso en sus pupilas huidizas, que rápidamente ocultó bajo un parpadeo esquivo.
El humo del cigarrillo, cortina desdibujada entre ambos, ascendía formando siluetas de antiguos sueños y la envolvía como un halo de santo venido a menos.
Se inclinó hacia él, extendió su hermosa mano, largos dedos de uñas rojas, rapaces, rozaron su antebrazo.
- Puedes pedirme lo que quieras –susurró y la voz sonó quebrada, metálica, ansiosa-. Quedarás satisfecho, eternamente satisfecho.
El hombre apartó el brazo con un gesto de incredulidad.
- Lo que me ofreces ya me lo han ofrecido antes y, francamente, puedo conseguir mejores ofertas en la teletienda.
Ella se echó atrás, apoyándose contra el respaldo de la silla, buscando un punto de apoyo. El extremo del cigarrillo se reactivó en violenta brasa, las pupilas de acero refulgieron, la sonrisa tensó los labios rojo sangre.
El hombre sopesó si la estaría infravalorando, pero desechó la idea de inmediato.
- ¿Me invitas a otra copa?
Su voz se tornó sensual, irguió el busto e inició un movimiento de acercamiento.
El humo alrededor de su cabeza absorbía las tonalidades de las sombras que se proyectaban al paso de los camareros, que se disponían a limpiar el local sin dar muestras de reparar en ellos. Tomó otra calada y exhaló otra bocanada que lo envolvió en aromas desconocidos e incitantes.
Se dejó tomar la mano, aturdido por el humo, fascinado por los labios que le sonreían mientras los ojos esquivaban su mirada.
Ella giró su palma hacia el techo, exponiendo la muñeca. Con las rojas uñas de los dedos índice y corazón trazó dos surcos divergentes, apenas dos arañazos que no llegaron a sangrar. El hombre apartó la mano sin consideración.
- ¿Quién te crees que eres para suponer que me interesas, Bel?
Ella reprimió un gruñido en el fondo de la garganta, lo miró fijamente, los grandes ojos de reptil chispeando bajo las pestañas, que querían arder en llamas.
Se alzó, altanera, el cigarrillo, brasa entre sus dedos, que lo señalaban, amenazadores.
- ¡Yo fui la primera! No lo olvides ¡Belcebú, Lucifer, Luzbel, la primera! Y algún día volverás, suplicándome que pacte contigo.
Se marchó tambaleándose, rabia y tacones altos, aliados.
El hombre miró cómo se alejaba. Tal vez debería sentirse conmovido, tal vez.
- No debería usar Manolos con esas pezuñas hendidas –pensó y acabó su copa de un trago.
Texto: Ana Joyanes
Narración: La Voz Silenciosa

2 comentarios:

  1. SI ES UN TEXTO DE ANA JOYANES YA TIENE MI INTENCIÓN DE LEERLO Y MI CONVICCIÓN DE QUE VA A SER, COMO POCO, GENIAL.

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  2. UNA VEZ LEÍDO ME RATIFICO, TE ENVUELVE EN UN AMBIENTE TABERNARIO, TE IMAGINAS NEGOCIO SEXUAL Y CUANDO ACABAS DE LEERLO, UN ESCALOFRÍO TE INDICA QUE HAY NEGOCIOS MÁS SÓRDIDOS Y TERRORÍFICOS. LO DIJE Y ME RATIFICO...GENIAL

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