Tras veinte años se había convertido en un experto en escotes y tetas, todo ello gracias al fatídico error que cometió una noche etílica, que le dejó pegado a esa silla. Estaba harto de no poder mantener una conversación con nadie mirándole directamente a los ojos. Todos le miraban con compasión desde arriba y él desde abajo con resentimiento. Desde su silla venía clasificando de forma experta cada escote o cada par de tetas que se le acercaban. En una ocasión, también hay que apuntarlo, se le acercó una tía con una sola teta, consecuencia de una mastectomía, teniendo que revisar su sistema de clasificación para ubicarla.
Clasificación cuya jerarquía solo él conocía. Veinte años en aquella silla daban para mucho. Era una jerarquía mucho más específica de la que todos conocemos, tan común como: “grandes, medianas y pequeñas”, “caídas o bien puestas”, “con pezones turgentes o inexistentes”, “con canal abierto o cerrado”. Su clasificación iba muchísimo más lejos.
Era incomprensible como desde su silla de ruedas seguía avanzando en su cargo público. Posición que le permitía disfrutar con cada mujer que le solicitaba una entrevista por motivos de su cargo. Renaciendo en cada encuentro en dos ocasiones, en el saludo y en la despedida. Tocaban su mamo tonta y se producía el intercambio. Sus desarrollados sentidos captaban la transferencia de olor, calor y sudor, que guardaba hasta su próximo encuentro pues sabía que ninguna mujer se acercaba nunca a un tullido por otro motivo que no fuera el económico. Pero su plan no era perfecto, en verano que es cuando más escotes transitan, el calor provoca más sudor tentador y más elixires corporales fluyen, las entrevistas eran menos por aquello de las vacaciones, por tanto menos contactos tenía, menos manos le tocaban.
A esta altura de su vida tampoco le preocupaba que le consideraran un baboso, bastante preocupación tenía él con el circuito cerrado en el que había convertido su existencia. Él, aunque ahora era un pobre y penoso tullido, también era hombre y cada estímulo que le provoca una hembra no fluye por un río hasta desembocar en el mar. Todos quedan empozados en el lago de su mente, posiblemente hasta que ésta se desborde.
Texto: Francisco Concepción Alvarez
Cuestión de perspectiva...
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