Vendo maní. Un día conseguí ese trabajo y soy bastante feliz. No necesito más. Camino por las calles de Ulbaluba y respiro el aire del mar. Arrastro el carro de un lado a otro y quien quiere maní viene a mí.
Alguien me dijo que podía mejorar el negocio. Me dijeron que podía ahorrar lo que gano y alquilar un local en un lugar céntrico. Me aconsejaron que me anunciara en los periódicos como el no va más del maní. Hacer sentir a los hombres y mujeres de Ulbaluba que debían venir a mi precioso local de alquiler a probar el mejor maní. Que su vida cambiaría. Que los hombres se harían fuertes y atractivos a las mujeres y las mujeres serían todas bellezas de cine. Pero yo sé que mi maní es como cualquier otro. Llevo años comiéndolo y sigo siendo igual de feo. Es un maní de andar por casa. No me quejo, a mí me da para vivir y a la gente que me lo compra le da para engañar el hambre un par de horas. Lo que yo sí sé es que en esas dos horas de hambre engañada la gente pasea por la orilla del mar y se deja volar por algún sueño prohibido. No es que el maní dé alas pero sí sabe engañar el hambre y con el hambre engañada se pueden hacer muchas cosas. Yo no quiero un lugar de alquiler en el centro de la ciudad. Yo quiero seguir arrastrando mi carro por calles y plazas y quiero poder acercarme de cuando en cuando a la orilla del mar para ver los barcos que llegan. Tal vez algún día regrese en un barco esa que me veía con tan buenos ojos, aunque no comiera maní.
Texto: Ana González Rinne
Narración: La Voz Silenciosa
Quiero maní y pasear por la playa!!!
ResponderEliminarLos sueños ya nos los pones tú.
Genial
Y también los peces se acercan a la orilla para comprobar que maní sigue allí...
ResponderEliminarBievenida Ana a La Esfera Cultural, ésta espero que sea tu casa a partir de ahora
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