Mirar el revés de un mundo, enamorarse de un reloj, imitar modos de vida; no resulta tan extraño. Es común ver a alguien querer a un perro como a un hijo. Lo llevan en brazos a la tienda, al parque, lo dejan dormir en sus camas y recostar su cabeza en la almohada. El perro llega incluso a olvidar sus orígenes y soñar que es un can, en la peor de sus pesadillas.
Otros educan al hijo como a un cordero, libres en un recinto y guiados por líderes en los caminos transversos. Hay pastores que desprecian a sus corderos y a los locos, dejándolos acercarse a los confines del lobo y de los precipicios. Qué decir de los que ven a sus locos como a una pena y se regocijan en su actitud de misericordia hacia ella y creerse inmunes a culpas. No hay que ir muy lejos para conocer a expertos en leer las penas en las arrugas, esas huellas de la vida que han pasado también por primaveras y otoños vibrantes. Huellas como jardines, y jardines como lástimas que pueden verse del revés, sin resultar... tan extraño.
Otros educan al hijo como a un cordero, libres en un recinto y guiados por líderes en los caminos transversos. Hay pastores que desprecian a sus corderos y a los locos, dejándolos acercarse a los confines del lobo y de los precipicios. Qué decir de los que ven a sus locos como a una pena y se regocijan en su actitud de misericordia hacia ella y creerse inmunes a culpas. No hay que ir muy lejos para conocer a expertos en leer las penas en las arrugas, esas huellas de la vida que han pasado también por primaveras y otoños vibrantes. Huellas como jardines, y jardines como lástimas que pueden verse del revés, sin resultar... tan extraño.
Texto: Dácil Martín
Siempre quise la vida al revés.
ResponderEliminarBien, bien, bien
Imágenes sugerentes, aderezadas con grandes verdades, acompañadas de palabras sencillas y de postre sonoridad.
ResponderEliminarMe parece una acertada reflexión, cargada de simbolismos y musicalidad, con la que consigues un lenguaje casi poético.
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Marcos Alonso