25 octubre, 2009

Ágora


Ésta es una de esas películas a las que entras con un sentimiento ambivalente. Por una parte, deseas ver el último trabajo de Amenábar, un director interesante y sólido. Una rareza en la cinematografía española. Por otra, desconfías de las superproducciones, que suelen prometer genialidad y dan espectáculo, tantas veces, vacío.

Además, las críticas no han sido muy favorables, tibias a lo sumo.

Ágora es una película sobre el fanatismo. Pero también sobre la relatividad, sobre el lugar que nos corresponde en el Universo, sobre los espejismos que nuestros sentidos nos hacen ver y que sólo una mente y un corazón abiertos puede hacer que se disipen los velos.

Pero, sobre todo, Ágora nos muestra con absoluta lucidez, cómo la ceguera que destruyó vidas y conocimiento hace más de un milenio es reconocible en nuestros días; cómo la Tierra y los que en ella nos movemos seguimos siendo ese pequeño puntito en el espacio que sólo cobra relevancia e identidad si te acercas mucho, no el centro del Universo.

La recreación histórica es buena, la puesta en escena, rica, detallista, los personajes, me quedo con Amonio, creíbles. La historia, vista a través de los ojos de Davo, el esclavo –como insiste el fanático Amonio-, acertada.

En Ágora no hay buenos ni malos, cada cual tiene su cuota de culpa. A unos les corresponde ser los provocadores, a otros los injuriados, a otros los cobardes, a otros los advenedizos. Al final, se repite la historia: los que más hostigan aplastan a los que intentan resistir.

Cristianos, paganos, judíos, todos sienten los agravios y todos se convierten en agresores en un momento u otro. Los cristianos se llevan la parte del león en cuanto a fanatismo y crueldad. Eso fue en los siglos IV-V dc. Desde entonces, el péndulo ha oscilado tantas veces que es difícil llevar la cuenta de quiénes ostentan en cada momento la suprema intolerancia.

El final se ha edulcorado, entiendo, de forma acertada. Poco o nada aportaría una dosis extra de sangre y vísceras al conjunto de una puesta en escena del sinsentido de la exaltación intransigente. Y el propio Amenábar ha apuntado que utiliza la lapidación como forma de poner el acento en el radicalismo que hoy en día se vive en tantos países, que utilizan, como entonces, la divinidad y el sentimiento religioso para aplastar y sojuzgar a sus semejantes.

Ágora no me ha dejado indiferente, en absoluto. No puede hacerlo: una historia bien contada, intemporal aunque inserta en un marco histórico, que te embute en los ojos la monstruosidad que alberga el ser humano y que disfraza de sentimientos elevados que arrojar contra el que piensa de otra forma, jamás puede dejar indiferente.

Crítica: Ana Joyanes

4 comentarios:

  1. Dácil Martín25/10/09, 11:35

    Un crítica extraordinaria de Ágora. He visto la película, y tampoco me ha dejado indiferente, me ha llevado a esa misma reflexión: la historia de la humanidad sigue oscilando en un péndulo, entre lo que se construye y lo que se destruye.

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  2. Aún no he visto el film, aunque ya está en mi agenda para esta misma semana. Tengo la impresión que esta controvertida película tiene dos partes: La que oyes y lees antes de ir al cine y la que luego ves con tus propios ojos. Al parecer estamos hablando no solo de una película, una obra de arte, si no del debate en la calle sobre temas políticos-religiosos, en los que unas veces se utiliza la obra de Almenabar como arma arrojadiza y otras es la mísma película la que sufre la lapidación. En cualquier caso creo que es ganas de jaleo porque a estas alturas, quitando la película, ya todos tenemos claro nuestras ideas políticas, religiosa y deportivas. Así que la única duda que tengo es si comprar pipas o roscas (bueno, vale palomitas de millo/maiz). Con lo que si me quedo es con el genial comentario de Ana, como era de esperar.

    Abrazos

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  3. La crítica del film por parte de Ana ha sido magnífica. Pero me gustaría apuntar algunas cosas más terrenales:

    - La película hace un despliegue de medios (escenarios, muchedumbre, vestuario...) a veces innecesarios. “Canta” que es la primera vez que Almenabar cuenta con un presupuesto de nivel americano para llevar a cabo una superproducción.

    - A la película le sobra casi media hora. Escenas innecesarias, fruto del despliegue de medios que le quita dinamismo y fluidez en muchos momentos.

    - Almenabar defrauda con la repetición de escenas muy repetidas en la historia del cine. ¿Quién no ha visto la escena de la muchedumbre derrumbando la compuerta de la fortaleza? O la escena del consejo de la ciudad reunido y el mentor paciente junto al rey o al emperador.

    - Los personajes masculinos han sido todos débiles y con poca profundidad.

    - Podemos buscarle las tres piernas al gato, pero siendo seguidor de la obra de Almenabar, no creo que cuando empezó a ejecutar su trabajo se planteara un mensaje tan complejo. Es como cuando empezamos a analizar el cuadro de un pintor abstracto, que ha dado dos brochazos caprichosos y los críticos son capaces de ver en esa pintura “los secretos del universo”

    - Desde el punto de vista técnico, o creativo, no existe ninguna secuencia como para tirar voladores. Ninguna de ellas será ejemplo para los nuevos realizadores.

    ¿Aconsejaría la película? Sí, pero si hubiesen trabajado mejor el montaje y cortado media hora de metraje.

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