El viejo poeta, tembloroso, se aferraba a la barandilla del puente, asoleado por el huequito dejado por una nube, que se movía con torpeza en aquel cielo grisáceo. El día se volvía nublado a través de su visión cansada, sin poder precisar de qué color era el mar, que azotaba con desgana las blanquecinas rocas calizas de la costa, con la misma fuerza que sus latidos, muriendo en el vacío que dejaba la marea.
Lejos, muy lejos, quedaban los discursos ante los jóvenes soñadores, que convirtieron sus vidas en un fuerte golpe de viento, entrando a bocanadas y hundiendo su frescor en las entrañas como zarpazos.
La piel, como si fuera el lienzo de un cuadro descolorido, desistía de las emociones y ya no sentía, ni, casi, recordaba la triste canción de aquel baile, la promesa última, la risa que burlaba el miedo a la muerte, inundada de lágrimas escondidas.
De repente todo se volvió estéril e inútil, pensaba, cuando el cofrecito escapó de sus manos sin mirarlo, para hundirse en las aguas del río que se entregaba al mar sin renuncia.
Luego los pasos apenados dejaron una estela que sería recordada por todos.
Como ya dije, me parece un texto hondísimo, poético, hermoso y triste. Quizá el final sea así, una llagada lánguida a un mar infinito.
ResponderEliminarMuy triste, muy cierto. Esos pasos apenados... muy bueno.
ResponderEliminar¿Qué tira dentro del cofre un poema, para que nadie lo lea cuando muera? L vejez, el poeta, el mar... Unos ingredientes literarios que suelen llevar a la bella tristeza
ResponderEliminarMarcos, has conseguido que me ponga en un momento en la piel de ese poeta y he terminado con los vellos de punta.
ResponderEliminarUn brazo.
Amando, Ana, Dácil, Flamenco, gracias por sus comentarios. Ciertamente tiene mucho de poesía. No sé si le ocurre a ustedes, pero yo, cuando tengo una idea y quiero plasmarla al papel dudo en qué formato hacerlo. Hasta hace poco tiempo no cultivaba la narrativa, de tal manera que, aunque me lo proponga, me salen unos textos "mixtos".
ResponderEliminarDácil, aunque es un texto impreciso, cuando escribí lo del cofre "...recordaba la triste canción de aquel baile, la promesa última, la risa que burlaba el miedo a la muerte, inundada de lágrimas escondidas..." pensaba posiblemente en las cenizas guardadas, la muerte no aceptada hasta ese momento. Pero claro una cosa es lo que piense yo, otra lo que escribo realmente y otra la que se pueda imaginar el lector, vamos barra libre.
Abrazos.
Interesante y profundo texto que habla de la poesía (de sentir), de la muerte, de tirar por la borda muchas cosas cuando se te apaga la luz de la vida, de la vejez…
ResponderEliminarPero pienso que un poeta es un poeta, siempre será un poeta y no pierde o perderá la capacidad de sentir, de emocionarse. Sentir dolor, sentir la vida, sentir el ocaso. Los poetas escriben incluso desde el ataúd.
¿Soy un idealista Marcos?
FranCo, creo que un idealista piensa con pasión teniendo como meta el horizonte, sabiendo que nunca llegará hasta él, sin proponérselo siquiera, muchos somos así. Tú no, tú eres un utópico hasta que déjas de serlo, también haces las cosas con pasión, pero las haces. Los horizontes te deben parecer ridículos y prefieres mirar los cuerpos celestes. Realmente das miedo. Por cierto muy acertada tu definición de poeta.
ResponderEliminarMarcos me dejas de piedra.
ResponderEliminarTu sí que vas camino del pensamiento, de la poesía.
Me has hecho pensar, eso es a lo que aspiramos muchos escritores y raudo fuí a ver en su plenitud el término UTOPÍA:
http://es.wikipedia.org/wiki/Utop%C3%ADa
Marcos, el poeta nace, lo lleva en la sangre, y nunca muere.
ResponderEliminarMe gustó cuando lo leí hace días, no pude escribir nada porque se fue la conexión ahora lo vuelvo a leer y me reafirmo, eres un poeta.