21 noviembre, 2010

Sucio


No era una calle oscura, ni estrecha, tampoco era tarde e incluso aún transitaban por ella algunos viandantes. Me llamó la atención aquel grupo de hombres que se aproximaban. No hablaban entre ellos y se dirigían a un punto del que no apartaban sus miradas. No recuerdo si eran seis u ocho hombres enchaquetados, pero cuando me di cuenta ya habían rodeado a los miembros de una familia.


Me indigné al ver como uno de ellos empezó a manosear a María, que, temblorosa, apenas protestaba y con su joven mirada horrorizada buscaba a su padre. Miguel, maniatado e impotente, se retorcía intentando liberarse y lleno de rabia intentaba gritar sin conseguirlo. Su mujer, Teresa, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas, sollozaba, como si le faltase el aire para gritar histéricamente, e intentaba alcanzar al pequeño Emilio, que pataleaba intentando zafarse de un hombre fornido, que sin dejar de reír lo sujetaba bajo el brazo como si fuese un pequeño baifillo. Dos de esos hombres perecían sudorosos y se empleaban a fondo golpeando a Jose, el hijo mayor, que se adivinaba tras ellos y que no dejaba de suplicar, gritar, insultar y llorar al mismo tiempo.

Los viandantes pasaban rápidamente, sin mirar, como si huyeran. Yo intenté desesperádamente llamar por el móvil a la policía, pero por más que lo intenté siempre aparecía comunicando. Sin pensarlo me acerqué a ellos con intención de recriminarles lo que estaban haciendo, pero bastó una sola mirada de uno de ellos para intimidarme y desistir. El miedo arrasó mi cuerpo y mis manos comenzaron a sudar, pero al contemplarlas me percaté de que estaban manchadas de sangre. Entonces me sentí sucio y miserable como si fuese cómplice de aquellos criminales.

Quise despertar, pero me he dado cuenta de que no es un sueño, aunque María ya no es María sino Fara ; el pequeño Emilio, Brahim ; Jose, Ali ;Teresa, Zahra y Miguel, Iselmu. Por más que busco con rabia y vergüenza, solo encuentro hipocresía e indiferencia, como si ya nos hubiésemos acostumbrados a vernos sucios y con las manos ensangrentadas.

Texto: Marcos Alonso

6 comentarios:

  1. La causa saharaui, está de actualidad, por los últimos hechos ocurridos, pero pasará y se olvidará, como otras veces.

    Vivimos en una sociedad mal construida, que vamos apuntalando aquí y allá cuando se tambalea, pero que nos resistimos a derribar y a edificar de nuevo, no vaya a ser, que la parcelita que nos toque, no sea ni la mitad de buena, que la que tenemos ahora. Y así nos va.

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  2. Marcos alucinada estoy, el problema saharaui a fondo, yo no sé cómo eres capaz de hacer esas transformaciones al final de un texto. Ya las espero impaciente, me hacen leerte rápido, pero aún esperándolas siempre me sorprenden.
    Me hago solidaria con tu voz, con tus escritos.
    Un beso y bienvenido de nuevo a la esfera.

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  3. Acababa de esscribir un comentario y se conoce que no lo he validado.
    Simplemente decir que el texto me ha encantado.
    Que a veces pensamos que están muy lejos y están al lado.
    Que hay demasiados intereses de algunas potencias (Francia, USA, OTAN) que hacen que España tiemble ante este asunto. Lo lleva haciendo más de tres décadas
    Y que una reflexión sobre este tema en tu blog me pareció de obligada lectura.
    Aquí se puede leer
    Magnífico texto.

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  4. Es estremecedor. Tal y como están las cosas, es más que fácil vernos en esa situación un día, sobre todo habida cuenta que está pasando a unos kilómetros de casa. Violento, desgarrador. Como la vida misma

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  5. Cuánta verdad, Marcos!
    Qué hipócritas que somos, echándole las culpas a cualquiera salvo a nosotros mismos.
    Terrible y cierto.
    Me descubro ante tu lucidez

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  6. La impotencia nos hace ciegos. El temor, paralíticos. La distancia, sordos. Y el día a día egoistas.

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