18 octubre, 2011

Rumiando


Raúl quería ser poeta. Con esa vocación había alimentado de goces su cuerpo. Placeres contables e incontables. Viajó por el mundo con actitud camaleónica, mezclado entre sus gentes sin ser visto. Leyó clásicos, los más, y entró en el alma de los poetas hasta alcanzar a ver sus vísceras abiertas. Vio, tocó, olió, bebió fascinado en la fuente de la vida antes de tomar la decisión de escribir y contárselo a todo el mundo.
Se sentó a escribir una tarde de mayo. Lo primero que dibujó fueron trazos breves y frases inconexas. Poco fluidas. Nada reveladoras de sus sentimientos. Rompió una y otra vez papeles garabateados de absurdos. Observaba con impotencia cómo sus pensamientos
se desvanecían al asomar por la punta de los dedos.
Raúl dejó entonces de escribir y se sentó en el sofá del salón para revolcarse en él con sus sentimientos. Amor y odio. Desprecio y fascinación. Deseos incontenibles y ascos infectos. Mezclando palabras y sentimientos elaboró platos a veces placenteros y a veces difíciles de digerir. Tortuosos. Rumió toda aquella comida verbal, la única que comió durante días, y por fin encontró un hilo al que agarrarse y empezó a tirar de él para escribir. Llenó hojas y hojas de poemas que describían al mundo, al hombre, la vida y la muerte, y tanto escribió que acabó después de varios días extenuado. Solo y vacío. Llamaron a la puerta con insistencia e intentó hablar, pero ya se había olvidado de hacerlo. Solo sabía escribir y leer lo que escribía. Tuvo hambre otra vez y decidió volver a sentarse a la mesa y comerse de nuevo las palabras que había vaciado sobre el papel. Platos cocinados, ya fríos, listos para volver a ser comidos y vomitados de nuevo en un círculo infinito y vicioso de bulimia literaria.
El hedor que provenía de la casa de Raúl llegó hasta la oficina de los Servicios Sociales. Decidieron, al ver su caso, que lo mejor sería sacarlo de allí. Le prohibieron escribir. Escondieron lápices y papeles mutilando sus manos. Se quedó cocinando entonces platos en su cabeza. Platos hechos de palabras caleidoscópicas. Impronunciables. Rumiando recuerdos. 

Narración: La Voz Silenciosa

12 comentarios:

  1. Describe muy bien el arranque del proceso creativo, los torpes pasos iniciales y la parada en seco. Después, la explosión de palabras que no pueden sujetarse, la labor de revisión o reescritura...
    El final es algo triste, porque un poeta o un escritor privado de la posibilidad de escribir, es desdichado y -como expresas- rumia en su mente las historias.
    Saludos.

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  2. Ay! con la bulimia literaria. Se empeña, se empeña, pero creo que hay un don o que sólo se pueden escribir textos de documentación, de reflexión, etcétera, pero que para la poesia hace falta el don.
    Bueno, ese texto tuyo es una reflexión apasionante y no le faltan imagenes y palabras impactantes.
    un beso, Miguel Ángel.

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  3. HAce tiempo que ante similar problema que viene siendo un tema tabú para el escritor; sobre todo para el escritor en ciernes, acuñé una frase que este Relato me la ha vuelto a traer a la mente. Dice así: HOJA EN BLANCO, MENTE EN BLANCO, FUTURO EN NEGRO; pues eso.
    Terrón de tierra

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  4. Si el escritor lo pasa regular tirando a peor cuando la despensa está vacía (por seguir con el símil culinario), no os quiero decir nada, cuando le impiden ser quien es prohibiéndole que escriba.
    Y en demasiadas situaciones se repite la historia. Parece que este texto de Miguel Ángel es pura fábula, pero dentro de ella anida una gran verdad expresada muy sutilmente.
    Enhorabuena, Miguel Ángel.

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  5. ¡Guau! Me ha gustado mucho, y mira que no entiendo ni comprendo la poesía, pero sí a los poetas, descubridores de la luz que hay en la materia oscura. Felicidades.

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  6. Me gustó el final, yo creo que el escritor siempre está escribiendo, aunque le quiten las herramientas para hacerlo, dentro de su cabeza, con su mente, sigue construyendo historias.

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  7. La pasión por algo no se cura, ni siquiera cuando te privan del objeto de tu deseo: se retroalimenta, pervive y se enquista en el apasionado.
    ¿Dónde está la línea que separa la pasión de la obsesión? Probablemente se entrelazan, tal vez sea esa rumiación la que maque la diferencia.
    Magnífico texto que nos adentra en el mundo de la pasión obsesiva del escritor o del creador-contador de historias, que no siempre hay que escribirlas.
    Enhorabuena, Miguel. Qué buen sabor de boca me ha dejado!

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  8. La pasión enfermiza del escritor. Las historias se escriben con la mirada, se almacenan y crecen hasta el momento de poder compartirlas.
    El escritor, ese personaje que casi siempre muere de hambre.
    Fábula copiada de la realidad. Me gusta.

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  9. Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Me alegra mucho ver que el relato os ha sugerido todo aquello que buscaba retratar: la pasión obsesiva, el tortuoso proceso creativo, la mutilación que a veces se hace del que quiere hacer su arte...
    Me animáis a seguir rumiando palabras.
    Un abrazo envolvente, esférico.

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  10. Por favor, no pares de rumiar palabras y textos y de ofrecernos tu arte.

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  11. Muchas gracias, Inma. Seguiré rumiando, lo prometo. Pero tu sigue leyéndome.

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  12. Más que un relato me parece un apetitoso plato, un aperitivo con el que rumiar para despertar vómitos literarios. Buen apetito.

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